La ascensión de un sociópata
Lou Bloom (Jake Gyllenhaal) es un ladrón de poca monta, que roba chatarras por la noche en las calles de Los Angeles. Al mismo tiempo, está desesperado por encontrar un trabajo, hasta que un día se topa con un equipo de camarógrafos free lance en la escena de un accidente vial. Será toda una revelación. Lou se convertirá en un cazador de imágenes, de esas imágenes sangrientas de accidentes, asaltos violentos u homicidios, que después se venden a los canales de televisión locales para alimentar sus noticieros matutinos. Armado al comienzo de una cámara básica y de un scanner conectado en la frecuencia de radio de los patrulleros de policía, subirá poco a poco todos los escalones, aniquilando (literalmente) a sus competidores, para llegar al éxito más completo.
Primicia mortal cuenta la eclosión (Bloom en inglés significa floración) y la ascensión de un nightcrawler -el título original de la película-, literalmente una lombriz de tierra, ese carroñero que se nutre de los cadáveres y de la muerte. En su primera película, Dan Gilroy (guionista en particular de El legado Bourne) diseca la elaboración de esos noticieros matutinos que buscan impactar a todo costo, tal como se pueden ver acá en los canales como C5N, Canal 13 y obviamente Crónica TV, reduciendo el ruido del mundo a las muertes violentas que ocurrieron durante la noche anterior en el barrio de al lado. Muestra la lógica nauseabunda que se esconde detrás y los mecanismos perversos que los rigen. En ese sentido, la secuencia donde se ve a Nina (Rene Russo), directora de la información del noticiero matutino que compra las imágenes a Lou, construyendo su programa, desde la edición de las imágenes hasta las indicaciones que pasa a sus presentadores en vivo, es emblemática.
En realidad, Primicia mortal es mucho más que una simple disección del periodismo televiso sensacionalista: es la exhibición fría de cómo las entrañas del capitalismo funcionan. Para ascender, Lou aplica al pie de la letra las lecciones del management y del marketing que encontró en Internet y ejecuta su business plan metódicamente para maximizar sus beneficios a largo plazo. Con más estudios, hubiera podido ser un banquero o un economista, de esos que realizan un análisis costo-beneficio para decidir cada una de sus acciones (¿la gran mayoría?), incluso en sus relaciones afectivas. Así, Lou empieza buscando la primicia, primero atreviéndose a ir adonde sus competidores no quieren o no pueden ir (robándoles así el primer plano), y hacer lo que no quieren o no pueden hacer (rearmando las escenas para producir mayor impacto), hasta que pasa al nivel superior, llegando antes que todos -policías, bomberos y enfermeros-, para finalmente llegar al último nivel: crear la primicia. Lou es el más competitivo, porque no siente empatía hacia las víctimas que filma y, como diría un economista, no soporta ese costo que podrían tener otros.
Primicia mortal termina mostrando que la pendiente natural del capitalismo es el salvajismo más absoluto, que los que llegan son sociópatas, pero de los que matan por procuración, suficientemente astutos para siempre quedarse al borde de la ley. La performance de Gyllenhaal es tan impresionante que la figura del periodista (Kevin Rahm), que encarna la deontología de su profesión y que, en ese aspecto, representa la posición del director, resulta demasiado débil, hasta medio ridícula, para poder contrarrestarlo.
Quizás el único bemol es que Dan Gilroy no logra del todo filmar la noche de Los Angeles como lo hubiera hecho un Michael Mann. Dejando eso a un lado, Primicia mortal vale por su inmersión perturbadora en el mundo de la tele basura y del capitalismo degenerado que simboliza.