Que él la raptaba y la hacía su reina...
Princesita es una película de Marialy Rivas (Joven y alocada) que basada en un caso real nos presenta a Tamara, una niña de 11 años a punto de tener su primera menstruación, que vive sumergida en una secta religiosa y fue designada por su líder para procrear a su heredero varón. La directora regresa en esta instancia a algunas cuestiones ya abordadas en su anterior film, pero en esta oportunidad el foco es mucho más claro en su crítica a la cultura machista y el patriarcado: Miguel (Marcelo Alonso) es un adulto que vive con una pareja francesa rodeados de jóvenes y niños, donde aislados del mundo comparten baños, ritos y saunas colectivos, a excepción de Tamara (Sara Caballero), quien es enviada al colegio del pueblo para demostrar que se puede mantener pura y virgen para procrear al sucesor de Miguel.
La película (guion de Rivas y Camila Gutiérrez, con colaboración de Guillermo Calderón y Manuela Infante) da inicio con la llegada de la menstruación de Tamara, que se desarrolla mucho antes de lo que ella esperaba. La falta de preparación comienza a invadirla y a partir de eso se desarrolla todo su drama. En esta Princesita vamos a encontrar muchos prototipos machistas como la opresión del líder manipulador sobre esa niña (ya mujer), que la encierra en una idea del peligro y el temor a lo desconocido, como puede resultarle el amor: Miguel es el macho de la manda, el único que puede ser amado en una comunidad donde las mujeres están al servicio de los varones.
La película mantiene una estética cuidada gracias a la fotografía de Sergio Armstrong, quien nos introduce en un ambiente aparentemente utópico, pero comparte la tensión de un Miguel manipulador con su “rebaño”. Mientras tanto, nos encontramos con una Tamara indefensa, debiendo elegir entre lo “correcto” y su voz interior (demasiado explícita, lo que le juega en contra a la historia).
Princesita plantea un tema central y que desde hace un buen tiempo se encuentra instalado en la sociedad, pero por momentos la película lo presenta con un desarrollo bastante superficial donde queda librado a interpretación del propio espectador, como las formas en las que trabaja Miguel su manipulación o la participación de las mujeres en esa secta. Aún así el resultado final es importante en el sentido de continuar mostrando desde el arte la opresión de un sistema patriarcal y la reivindicación de las heroínas. Princesita no intenta ser una película de género, un policial o un drama, sino configurarse en un estilo propio, entre virtudes y defectos.