Lo que debería haber sido un día rutinario en la escuela se torna rápidamente en una pesadilla cuando un alumno, encargado de repartir el cartón de leche matutino en el salón, encuentra a su maestra colgada del techo. Este trágico suceso reverbera a través del colegio, mientras los estudiantes de toda la institución, particularmente los discípulos de la difunta, tratan de comprender su primer y prematuro acercamiento con la Muerte. El alivio llega en la forma de Bashir Lazhar, un inmigrante de Algeria que ocupa su lugar. Con un melancólico pasado a sus espaldas, él ayudará a sus alumnos a sobrevivir este evento y a su vez la clase lo ayudará a él a cerrar su pasado que promete alcanzarlo. Aunque suene bastante melodramático, Monsieur Lazhar es una pequeña gran historia que poco a poco va comprándose el visto bueno del espectador con una fábula sobre la muerte, la culpa y cómo seguir adelante en tiempos oscuros.
El film no pretende hacernos pasar un mal trago ni mucho menos, sino que con una naturalidad inusitada por parte del canadiense Philippe Falardeau, la narración gira alrededor del profesor Lazhar y la interacción que tiene con su clase -con un estilo que recuerda a la francesa Entre Les Murs por la manera realista de tratar a un grado, con una mirada bastante creíble. Cada chico es un mundo, todos identificados con nombre y apellido, y todos se manejan como cualquier niño de diez años lo haría, con un especial foco en la relación entre el maestro y los estudiantes Simón y Alice. Normalmente el desempeño de actores jóvenes puede funcionar como no, pero en esta ocasión los pequeños están sublimes, más incluso que los adultos: en cierta momento, hay una tensa y terrible escena en el aula en donde Sophie Nélisse y Émilien Néron se sacan chispas de talento, componiendo el punto más memorable del film, junto con el inicio y el brutal final.
Al terminar la película hay preguntas sin resolver, pero las respuestas están dentro de la misma, desperdigadas sutilmente. No todo tiene por qué ser contestado y a veces un gesto vale más que mil palabras, como bien lo expresa la escena del cierre, un momento totalmente inductorio a las lágrimas. El hecho de que la película dure hora y media no quiere decir que sea corta, sino que en ese tiempo le alcanza y sobra para abrir un mundo de posibilidades en el que los personajes se entrecruzan. Incluso le da tiempo al protagonista para encontrar el amor nuevamente, en una cálida interpretación por parte de Mohamed Fellag que es una pinturita.
Marcada por una sutil y amena dirección, actuaciones excepcionales y una historia simple y desgarradora, Monsieur Lazhar es la dosis exacta de candidez, penuria, sufrimiento, culpa y superación que cada tanto llega a las salas y sorprende de la mejor manera. A no perdérsela.