Apelando a la imaginería visual y expresiva con que supo dotar a dos de los mejores films de ciencia-ficción de todas las épocas, Alien y Blade Runner, Ridley Scott, tras varias décadas, vuelve al género con renovadas ínfulas, a través de este Prometeo que esboza una nueva mitología que gira alrededor del primer título mencionado. Aquella El Octavo Pasajero que supo integrar de manera sorprendente el cine futurista y espacial con el más puro y
descarnado terror, funciona aquí como punto de partida, transportándonos al “pasado” del original, en una aún fecha muy lejana en el tiempo. Más allá que se trate de otro producto signado por el tan en boga mote de precuela, propone una trama que recupera trazos argumentales dejados de lado (según se ha revelado) del guión de la primer Alien, y aprovecha para hurgar en el origen de la raza humana, sembrando dudas acerca de nuestra condición de terráqueos. Surcada de una intriga bien dosificada, acción, espanto y alta tecnología, Prometeo va amalgamando elementos que dan por resultado un film con pasajes verdaderamente fascinantes, más aún para aquellos que admiran los recursos estéticos de este cineasta. Scott, que luego de la sobrevalorada Gladiador en los últimos años revalidó su talento con la excelente American Gangster y la más que interesante Red de mentiras, retoma con la misma capacidad un género que maneja como pocos. Y si bien deja cabos sueltos y alguna situación no del todo bien resuelta, el espectáculo está asegurado y los seguidores del género y la cultura Alien no saldrán defraudados. Por otra parte las actuaciones superan con holgura lamedia habitual en este tipo de films, con nombres de excelencia como Michael Fassbender (el brillante protagonista de Shame), la camaleónica sueca Noomi Rapace y -como siempre- una bella e impecable Charlize Theron.