Preguntas sin respuestas
Ridley Scott vuelve a demostrar con este film las razones que lo llevaron a marcar tendencia en la ciencia ficción, género que reinventó con Alien seguida de Blade Runner, una de las películas de ciencia ficción más influyentes de nuestra época.
Prometeo podría ser una precuela a la saga de Alien, pero en realidad es el comienzo de una historia que revela el origen de aquel Octavo Pasajero del film de 1979, que deja muchos interrogantes sin respuesta como, por ejemplo, para qué y por qué 33 años después abordara la nave Nostromo de Sigourney Weaver. A su vez plantea, desde lo visual y narrativo, nuevas incógnitas que devendrían en nuevos films capaz de esclarecer dudas del futuro o virar el rumbo e indagar sobre el pasado.
Así es como Prometeo hereda muchas de las características narrativas y detalles visuales que la conectan con aquella de 1979, como el universo donde se desarrolla la trama, el protagonismo femenino y la convivencia de diferentes etnias y rangos, por citar algunos.
Pero suma una de las particularidades de este director que llevaron a consagrarlo en la película Blade Runner, y que tienen que ver con el planteo acerca de la vigencia de ciertos valores éticos y las constantes contradicciones humanas llevadas a un nivel metafísico.
Prometeo toca temas como el origen del ser humano y su destino, la inmortalidad, la sed de conocimiento llevada al límite, la manipulación genética, el poder y la fe. Una propuesta ambiciosa que (en esta aparente primera entrega) deja muchos interrogantes sin responder.
Quizás el acierto mas interesante de Prometheus resida en la utilización del 3D y el talento de R. Scott para exponer majestuosamente los escenarios donde se desarrollará la acción, aportando mucho mas realismo a los espacios y permitiendo que el espectador pueda sumergirse en el universo de un relato que con poca acción, diálogos precisos y acertadas actuaciones, logra mantener el misterio hasta el final.
Con una estética donde no faltan los displays, láser y lucecitas por doquier, siguiendo aquella estética posmoderna (al borde de la publicitaria) que en cierta medida supo inaugurar con Blade Runner, y una banda sonora que no deslumbra pero aporta lo necesario.
Sin embargo, ciertos detalles no se explican bien y a pesar de ser un género que admite ciertas licencias, algunas situaciones terminan siendo inverosímiles o dejan varios cabos sueltos. Por ejemplo, como es que al científico (Logan Marshall-Green) el liquido negro lo mata y al arqueólogo lo transforma en un zombi súper fuerte. O por que David (Michael Fassbender) contamina al científico. ¿Si aquello que los ingenieros diseñaron para eliminar la raza humana se les volvió en contra y terminó con casi todos ellos, porque matar al humano que le vuelve a dar la posibilidad de repara el error?. Demasiadas preguntas para un film que promete dar respuestas en sus secuelas.