Prometeo

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

El 25 de diciembre de 1979 no fue una Navidad como cualquier otra para muchos cinéfilos, ya que coincidió con la fecha de estreno en nuestro país de uno de los títulos mayores de la historia del cine de ciencia ficción. Ni siquiera cayó jueves (sino martes), aunque en esos años las fechas de Navidad y Año Nuevo, cualquiera fuera el día de la semana, eran habitualmente las elegidas para estrenar títulos de fuerte impacto en el espectador.

“Alien, el octavo pasajero” catapultó a la fama a Ridley Scott, un director inglés cuya única película anterior (“Los duelistas”) había cautivado a un público selectivo aunque poco masivo.

Luego siguieron varias producciones destacadas y en particular tres inolvidables: “Blade Runner” (1982), “Thelma y Louise” (1991) y “Gladiador” (2000).

“Prometeo” es la vigésima película de Scott y se la suele calificar como “precuela” (horrible neologismo) de “Alien”. Esta tuvo varias secuelas incluyendo “Aliens”, la segunda de la serie, que mantuvo el nivel de la primera gracias al virtuosismo de un director, James Cameron, que en ese momento (1986) seguramente no imaginaba lo que le depararía el futuro una década más tarde.
La novedad, que también aplicó Cameron en “Avatar”, es el uso inteligente del 3D que aquí encuentra nuevamente su justificación al potenciar la sensación de profundidad en el espacio estelar.

La trama no es muy diferente de tantas otras películas del género fantástico con una nave espacial (Prometeo) que llega a los confines del universo en un futuro algo lejano – corre el año 2093.
La tripulación incluye a varios científicos entre los cuales la doctora Elizabeth Shaw, personaje central que interpreta Noomi Rapace (muy lejos del personaje de Lisbeth Salander de Millennium que le dio fama). La acompaña su colega Charlie Holloway (Logan Marshall-Green) y el androide David con notable caracterización del ya consagrado y muy habitual Michael Fassbender (“Un método peligroso“, “Shame”), también presente en otro estreno de esta semana (“La traición”). Hay aún otro personaje misterioso, Meredith Vickers, dueña de la nave a quien presta su gélida máscara la muy bella Charlize Theron.

Y por supuesto una gran variedad de seres extraterrestres, algunos que se nos parecen y otros con tentáculos y fauces dentadas ya vistos en las diversas “Aliens”. Durante algo más de dos horas el espectador asistirá a juegos visuales que difícilmente se le borrarán de la mente, siempre y cuando sea afecto a este tipo de cine. El cronista nunca olvidará la película de 1979 y recordará (con tristeza) el lacónico y preciso comentario que le hiciera su progenitor (que la vio primero) al afirmar que era un film muy cruel. Y ese calificativo puede también aplicarse a esta nueva película.

Hay al menos una escena antológica protagonizada por el personaje principal femenino, que ocurre una vez que ella descubre que está embarazada de su colega Charlie. Pero lo significativo es que la criatura que se está gestando rápidamente en su vientre no es del género terrestre por razones que el espectador descubrirá al ver el film. Lo notable es que la nave espacial de alta tecnología, recordemos que estamos a fines del presente siglo, dispone de una máquina capaz de operar y extraer el “intruso”. Es una escena fuerte y hasta cruel para el espectador sensible, aunque no gratuita y totalmente justificada.

Habría bastante más para comentar pero a modo de síntesis se puede señalar que habrá una segunda nave, esta vez extraterrestre, que tendrá un rol fundamental en la última parte del film. Y que al final de cuentas el viaje no será otra cosa que la búsqueda por parte de los humanos de sus antepasados y en definitiva del origen de nuestra especie.