Un joven agente de la CIA (Ryan Reynolds) está a cargo de custodiar a un testigo protegido (Denzel Washington) en un refugio de esa central de inteligencia ubicado en Sudáfrica. Por su parte, una célula criminal, descubre ese escondite oficial de los EE.UU. para asesinar al hombre al que la CIA intenta resguardar. En ese momento agente y protegido emprenden una fuga del lugar en busca de otra "safe house".
Denzel Washington vuelve al género que más éxito le ha dado hasta el momento, el policial, en este caso jugando al villano "querible" y de rápida identificación para el público. Se trata de un film de acción vertiginosa, muy bien filmada y que hace honor a ese grupo de películas menores que cuentan bien su pequeña historia.
Daniel Espinosa, realizador de brevef filmografía hasta el momento, redondea un buen trabajo de género, apoyado en un guión sólido y que en parte se recuesta sobre el peso en pantalla que tiene la presencia del actor ganador de dos premios Oscar. La mirada sobre la CIA es la misma que el cine de los EE.UU. brindó a lo largo de su historia, benevolente y propagandística, más allá de alguna que otra línea de diálogo que pueda asemejarse a un guiño irónico o crítico, en época en que todo vuelve a ponerse en discusión. Por otra parte, aunque en el mismo sentido, los enemigos siguen respondiendo al prototipo del enemigo que viene moldeando Hollywood a los largo de la última década.
Más de lo mismo, pero en paquete envuelto para regalo y con factura lista para consumidor final (de pochoclo).