De los clips de acción al nihilismo
Durante una hora y media, Protegiendo al enemigo es la clase de película de acción que se usa hoy en día. Pura acción física, a la que el dispositivo de puesta en escena (muchas cámaras, mucho corte, planos brevísimos, saltos de raccord) paradójicamente desprovee de su carácter físico, convirtiéndola en algo virtual. En la última media hora, la película dirigida por Daniel Espinosa (hijo de un chileno exilado, nacido en Suecia en 1977) para un poco la pelota y le da algún sentido a tanto tiro, carrera, golpe y persecución, haciéndole levantar un puntito al promedio general. Allí es como que todo se ajusta un poco, permitiendo que en las escenas de acción se entienda quiénes se trenzan y, sobre todo, por qué. Cosa que hasta el momento raramente había sucedido.
La anécdota es como si alguien se hubiera propuesto reducir al mínimo posible el género de espionaje. A un ex agente de la CIA, un ex colega del MI6 británico le pasa un microchip que incrimina a gente muy poderosa. Como medio mundo quiere liquidar a ese agente, la CIA destina a uno de sus hombres a protegerlo y entregarlo con vida. Y eso es todo, porque de lo que se trata es –gracias a una lectura sumamente limitante de la saga Bourne– de encadenar una maratónica escena de acción detrás de otra. Todas filmadas en un digital bien granuloso, como si el “estilo Bourne” dependiera de ello. El ex agente de la CIA se llama Tobin Frost, tiene entre los suyos un aura legendaria y lo interpreta Denzel Washington, en la mayor parte del metraje con su look más Malcolm X después de Malcolm X. El jovencito al que le encargan protegerlo es un mero oficinista, que saldrá convertido en un asesino tan temible como Frost y todos los que quieren “limpiar” a Frost de la faz de la Tierra. Lo encarna Ryan Reynolds, junto con su tocayo Ryan Gosling el actor más hot en Hollywood hoy en día. Desde la sede de Langley, Sam Shepard (que hace de alto jefe de la CIA), Vera Farmiga y Brendan Gleeson intentarán manejar a ambos –que están en Johannesburgo– a control remoto.
Como queda dicho, la primera hora y media es básicamente una sucesión de clips de acción, interrumpidos a intervalos regulares por primeros planos de los rostros preocupados de Shepard, Farmiga y Gleeson. La cosa adquiere mayor interés cuando Protegiendo al enemigo se asume finalmente como film de espionaje, develando qué contiene el microchip, a quiénes incrimina y qué clase de juegos sucios se libran en el interior de la Agencia. En términos estrictamente físicos, dejar de moverse de un lado a otro y establecerse en una casa de seguridad (la safe house del título original) permite que la acción se condense y se concentre, con dientes apretados y una muy buena pelea por toda la casa, en la que los contrincantes atraviesan cuanto ventanal hallan a su paso. Aunque no represente una gran sorpresa, cierta vuelta de tuerca le da al asunto una bienvenida oscuridad, poniéndolo al borde del nihilismo.