¡Qué actor raro es Ryan Reynolds! Parece que tiene carisma y atractivo, pero uno lo ve moverse cinco minutos y se desencanta. Aquí es un agente de la CIA totalmente frustrado que espera salir de cuidar una “casa segura” en Sudáfrica. Hasta que llega ese super agente que bien puede ser el mal o el bien, hay un ataque y una fuga y el pobre muchacho tiene que seguir a Denzel Washington, nada menos, un señor que, puesto al lado en la pantalla, simplemente lo aniquila. Salvo por esa presencia de un tipo que conoce cada gesto y mantiene ese estado de ambigüedad moral que se crea con el puro ejercicio de actura con todo el cuerpo, el resto es un film más de “acción à la mode“, con la cámara nerviosa de la saga Bourne y las vueltas de tuerca de rigor. Lo más llamativo, se dijo, es el desequilibrio en el factor carisma, que parece casi una broma en un film que no carece de humor, aunque rara vez funciona (otra vez: tiene más gracia Denzel que Reynolds). Un thriller más, agradable y olvidable.