Tal vez Hollywood se cansó de las amenazas extranjeras. Si se la analiza bien, esta película tendría que llamarse en realidad “Dónde está el enemigo”, ya que, justamente, la intriga tiene que ver con la corrupción y traiciones dentro de las agencias de inteligencia de varios países del mundo.
La acción transcurre en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Allí, Matt Westton (Ryan Reynolds) es un joven agente de la CIA, que hace un año está a cargo de una de las “casas seguras” que la agencia tiene en ese país. Pasa sus días escuchando música, tratando de llevar lo mejor posible el aburrimiento de su trabajo, y reclamando a su superior, David Barlow (interpretado por Brendan Gleeson, actualmente también en cartel con El Guardia), que le asigne algún caso un poco más interesante.
La pasividad de su rutina se ve quebrada cuando un grupo de colegas trae al refugio, nada más y nada menos que a Tobin Frost (Denzel Washington), un ex agente de la CIA buscado hace tiempo como criminal. Frost tiene oculto un microchip con un archivo de información comprometida sobre integrantes de varios cuerpos de inteligencia internacional.
Apenas comienza el interrogatorio (con métodos nada ortodoxos), un grupo de hombres armados irrumpe en la casa, y asesina a todos los agentes. Weston y Frost quedan solos. Acorralado, el joven decide arriesgarse y escapar con su prisionero para evitar que los maten. Así empieza la primera de las varias persecuciones de este film que privilegia la acción por sobre todo.
El elenco es más que interesante, y todos están muy correctos en sus papeles. Ryan Reynolds se va consolidando en el cine de acción, y Denzel Washington muestra una vez más el gran oficio que tiene, en uno de estos personajes que le salen “de taquito”. Brendan Gleeson, Sam Shepard, Vera Farmiga, y hasta una pequeña aparición de Rubén Blades, completan la lista.
Explosiones, choques, peleas sangrientas, y la sospecha cada vez más sólida de que quienes los persiguen tienen mucho que ver con quienes los tendrían que proteger, son los elementos principales de esta película que entretiene sin fascinar.
Justamente por eso, la trama es bastante básica. Recién a la hora y 20 de película se le ocurrirá a Weston preguntarle a uno de sus perseguidores para quién trabaja. El director sueco Daniel Espinosa (el padre es chileno) y el escritor David Guggenheim ofrecen un guión con pocas sorpresas, pero ritmo sostenido, y un final bien resuelto. Una película sin profundidades, pero que cumple con su propósito.