Triunfo del absurdo y la chabacanería
Artefacto curioso, que por momentos renguea debido a la irregularidad de sus componentes, pero en otros avanza seguro, traccionado por el placer de lo imprevisible, Proyecto 43 tiene sorpresas de las que sólo las buenas comedias se hacen cargo.
La sumatoria de los factores invitaba a la peor de las presunciones. A saber: Proyecto 43 es película coral hilada por un argumento endebilísimo (tres púberes losers deambulando por la web) y compuesta por catorce episodios dirigidos por doce nombres a los que podría endilgárseles cualquier cosa menos prestigio o reconocimiento. Todos los cortos pertenecientes a ese género históricamente menospreciado como es la comedia. Por si fuera poco, la sinopsis oficial prodigaba términos como “zarpada”, “desopilante”, “increíble reparto” e “irreverente”, mientras que el antecedente del lanzamiento norteamericano había aunado a la crítica y el público para su escarnio. Escarnio que seguramente se repetirá aquí con aquellos espectadores empecinados en guiarse únicamente por una superficie pletórica de guarradas y cuanta escatología pueda imaginarse. Pero la cuestión cambia cuando se radiografía el núcleo, ya que la operatoria desplegada por el grupo de los doce es bastante más compleja.
Epítome de la era digital, Proyecto 43 es lo más cercano a una película-Windows hecha a pura ventana y fragmentación, que además demarca el triunfo absoluto del absurdo y la chabacanería mediante un inteligente dispositivo en el que campea gran parte de las vertientes del actual panorama de la comedia norteamericana. Ya la escena inicial plantea las coordenadas para leer lo que vendrá. Allí se ve a dos amigos divirtiéndose a lo pavote mientras se filman reinvirtiendo el tiro al blanco. Es decir, con uno tirando el blanco a un dardo fijo en... la boca del otro. Que los chicos se rían a carcajadas después de ejecutar la maniobra no sólo es una reivindicación de la tontería, sino que exterioriza el placer de la generación y recibimiento del golpe digno del mejor Jackass.
Después, la presentación de una premisa que de tan básica huele a mera excusa, ya que se trata de la búsqueda en la red del video del título original. Video prohibido en gran parte del mundo, según le dice uno de los dos amigos a su hermano menor, seguro de que éste no resistirá la tentación de encontrarlo. Lo que no deja de ser lógico tratándose de un geek marca Apatow.
La fauna audiovisual 2.0 es retorcida, desprolija, libertina, revulsiva, plena de rostros conocidos (Hugh Jackman, Naomi Watts, Emma Stone, Kate Winslet, Halle Berry, Richard Gere y siguen las firmas) y por sobre todo rica en formas y estilos. El abanico abarca desde la habitual crasitud fascinada por la deforme de Peter Farrelly (el primero de sus tres cortos tiene al actor de Wolverine con los huevos literalmente en la garganta) hasta el absurdo willferrelliano del episodio de Batman y Robin en la casa de citas, pasando por la ignorancia loser alla Supercool del púber frente a la primera menstruación de su amigovia, el delirio de Padre de familia en la coda final e incluso las comedias fumonas estilo Hey, ¿dónde está mi auto? o la trilogía de Harold y Kumar.
Así, Proyecto 43 se constituye como un artefacto curioso y pretencioso que por momentos renguea debido a la irregularidad de sus componentes, pero en otros avanza seguro, traccionado por el placer de lo imprevisible. Ese placer del que sólo las buenas comedias se hacen cargo.