La cantidad no hace a la calidad
Imaginen que lo más rico de un suculento sandwich de jamón, queso, lechuga y tomate es la mayonesa, mostaza o condimento que utilice. Esto es lo que sucede con el proyecto coral de los productores Peter Farrelly y Charles Wessler (Tonto & Retonto, Loco por Mary) que incluyeron a varios nombres rutilantes de Hollywood para contar casi una docena de historias diferentes con un humor, digamos, dudoso. Lo más jugoso (no califica ni para gracioso) llega en los pseudo avisos publicitarios intercalados entre los sketches.
Pero, ¿de qué versa el filme?: dos adolescentes enviciados con YouTube caen en la trampa de un precoz nerd que les hackea la máquina y hace creer que un video que ellos grabaron tiene un éxito inusitado de visitas. La “venganza” del dúo, hacia el pequeño conocedor de los rincones de Internet, es desafiarlo a encontrar una realización desconocida, única en la red de redes. Sí, la Película 43.
El hacker se empecina en buscarla, se obsesiona, enloquece y encuentra un lugar en la web con 43 filmes al que verá uno por uno. Desde su notebook abrirá ventanas que desplegará cada una de las historias. Un singular comienzo.
El primer filme muestra una cita entre Hugh Jackman y Kate Winslet, donde al actor de Los miserables se lo ve con testículos ¡en la garganta! El recurso del “chiste” estirado hasta el hartazgo (y a cualquier precio) es el sello distintivo en cada uno de los episodios.
Con sólo ver el trailer, el espectador tendrá un pantallazo de una película sin sorpresas: el mal gusto, lo forzadamente incorrecto, la falta de remate en varias de las historias (vean el capítulo sobre la menstruación), la vergüenza ajena (papá -Liev Schreieber- que hace pasar malos momentos a su hijo) o la innecesaria escatología (el capítulo La proposición con Anna Faris). Hasta hay una golpiza a un gnomo en manos de Johnny Knoxville (de la tira Jackass), de lo más justificable del cast actoral.
¿Proyecto 43 tiene alguna salvación? Sí, la original propaganda donde se toma conciencia acerca del espíritu infantil de las máquinas y el uso violento que se ejerce sobre ellas, o en la creación del iBabe, un reproductor musical en un cuerpo de mujer. Allí Richard Gere oficia de jefe de la compañía y es de los pocos famosos que sale ileso de este olvidable filme.