Imposible descifrar que nos quiso ‘vender’ Ang Lee en su última película. De un director dos veces ganador del Oscar, de un trotamundos que ha surcado geografías e industrias cinematográficas ofreciendo una carrera ecléctica y dueña de una destacada personalidad estilística, esperábamos muchísimo más. Sin embargo, el cineasta oriental falto de ideas y sometido a las reglas comerciales del afamado productor Jerry Bruckheimer opta por concebir un producto de preocupante mediocridad.
Cuesta entender que un actor como Will Smith haya aceptado formar parte de este despropósito, habitué a producciones mainstream de acción y ciencia ficción a lo largo de toda su carrera, el hijo interpretativo de Filadelfia se ha mostrado inteligente a la hora de elegir papeles que lo coloquen como un héroe de acción de referencia del cine moderno. No obstante, su última incursión traspasa el ridículo. La propuesta sobre la que se basa “Proyecto Géminis” no tiene el más mínimo sustento argumental.
Una historia de ciencia ficción puede situarnos bajo su propio verosímil narrativo y regularse dentro de las coordenadas del micro-universo que contiene a la historia. Pero el caso de esta película resulta el epítome del costado más laxo y banal que se ha digerido a sí mismo, licuando todo atisbo de cine pensante y medianamente serio. Abundarán peleas, persecuciones y tiroteos que parecen sacados un juego de PlayStation más que de una película. El cine debe perseguir, ante todo, la honradez de tratarse de un hecho artístico en consecución y no meramente un artilugio visual, pasatista, frío y conformista.
Que Will Smith y su estereotipada compañera de turno escapen indemnes a las más improbables balaceras resulta de un nivel de dejadez notable: interminables persecuciones de un misterioso francotirador se suceden extendiendo el metraje de una película que se agota en su argumento, mucho antes de que la propuesta siquiera nos llegue a resultar atractiva. Ello no es todo, Ang Lee demuestra poseer exiguas dotes para manejar el sentido del humor poblando una trama de bocadillos sin timing alguno que abundan en sátira y en el humor negro de forma de lo más inoportuna y carente de gracia. Como corolario, y por si acaso todo lo acontecido no fuera suficiente, el desenlace de la película termina por dinamitar todo lo argumentalmente sostenido hasta entonces.
“Proyecto Géminis” poseía el potencial para convertirse en un instrumento intelectualmente loable en abordar un tema sensible como la clonación humana, ridiculizando su propuesta a la máxima potencia si el clon 30 años más joven de Will Smith buscaba eliminar a su némesis humano -pero su corazón lo hacía titubear-, ¿por qué Lee no eligió ahorrarnos semejante mal trago enviando de primera mano a la versión robótica mejorada que pretende dar caza al fugitivo? Simplemente, porque no hubiera habido película. En otras palabras, ni el mínimo decoro de preocupación argumental.
Haciendo su aparición de forma tan temible e implacable como ridícula y fuera de contexto, este enhanced clon derriba los muros de nuestra credulidad. Por si fuera poco, el edulcorado final de un Will Smith paternal y protector educando a su redimido ‘otro yo’ otorga el happy ending perfecto a la fábula idiotizada que a Hollywood le encanta vender, a un excelente precio, a masas adormecidas. No nos subestimen más, ¡por favor!