Por amor a la música
¿Puede una canción de amor salvar tu vida? (Begin Again, 2013) es una comedia romántica que transcurre entre canciones en la ciudad de Nueva York, cuyo mayor valor es el amor por la música que trasmite. La película se presenta como una excusa para escuchar aquellas “buenas melodías” de los recónditos del paisaje urbano.
El título de estreno en cines en Argentina resume absolutamente el argumento: Dan (un Mark Ruffalo que se carga la película al hombro) es un productor discográfico venido a menos. Su hija adolescente y ex esposa lo consideran un perdedor tras siete años de no poder encontrar una banda para llevar al estrellato. Su vida transcurre entre alcohol y deudas, justo cuando su socio lo echa de la empresa. Deambulando por bares se topa con Gretta (Keira Knightley), una gran cantante y compositora de perfil bajísimo, que luego de ser engañada por su novio y también cantante Dave (Adam Levine), necesita volver a reunir fuerzas para salir adelante. Se imaginan cuál es la respuesta al título.
Sin más, el destino de ambos parece estar escrito para que se unan en la odisea de crear un disco independiente, con el plus de ser grabado en vivo en distintos lugares de la ciudad de Nueva York. La ciudad aparece como el tercer personaje de esta historia que, con música indie de fondo, colorea cada una de las escenas.
El amor por la música es el denominador común de los personajes, la fuerza irracional que los une y les da sentido a sus vidas. El personaje de Ruffalo es un ser pasional, su don está en lo intuitivo: el tipo siente la música. Ella, la compositora, logra expresarse mediante las letras de sus melodías: sus temas están relacionados con sus estados de ánimo y expresan sus cambios a través del relato.
A Mark Ruffalo el personaje de perdedor reventado le calza perfecto. Le brinda el color y carisma que, con su cara de buen tipo, no se puede dejar de quererlo. Keira Knightley aporta su ternura y encanto –aparte de su voz- que le alcanza para darle simpatía a la historia. En ellos dos, y con cierta fluidez y frescura narrativa, transcurre esta historia dirigida por John Carney.
La película bien podría ser un musical, varias canciones sintetizan situaciones y expresan el sentir de sus protagonistas. Sin embargo cumple a la perfección con la estructura de la comedia romántica: Dos personajes sensibles que, luego de un par de fracasos personales, se unen. Todo en la película sugiere lo previsible, pero lo importante no es el fin sino el medio para llegar a destino. He aquí que la música y la ciudad Nueva York como contexto, sean lo mejor de la película.
El rescate de las melodías perdidas, que bien hablan de la ciudad y sus habitantes risueños, en detrimento del pop industrial que copa el universo discográfico, termina siendo el motor de un film, que da más ganas de escucharlo que de verlo.