La canción de tu vida.
La carrera para alcanzar el éxito, ese que se zarandea como una zanahoria, suele dar buenos réditos en las comedias que llamamos “feel good movie”, pensemos -por ejemplo- en Letra y Música (2007). John Carney, el director de la recomendable Once (2006), retoma una idea sobre dos personajes a punto de tocar fondo en sus vidas. El primero es un productor musical neoyorkino, Dan (Mark Ruffalo), poseedor de tiempos mejores en la industria, despedido en la actualidad por su antiguo socio, con quien fundó una disquera. La segunda es una joven inglesa, Gretta (Keira Knightley), quien acompañó a su novio músico a la ciudad de Nueva York para el cierre del contrato de su primer disco, en el que ella participaría con un par de canciones. Finalmente una “aventura” del novísimo rock star la deja en el mismo círculo de patetismo del productor, en la lona del sueño americano musical.
De la misma manera que Inside Llewyn Davis (la obra maestra de los hermanos Coen, estrenada a principios de año), el film comienza con una cantante y su guitarra, sola frente a un público interpretando una canción completa. Las diferencias entre ambas películas, en primer lugar, está en el tono: mientras que la película de los Coen expone una Nueva York gris y depresiva, ambientada a principios de los años 60, el film de John Carney muestra un costado luminoso de la ciudad más cinematográfica del mundo y carga con ese rasgo a sus personajes, quienes rápidamente -mediante la gracia de las presencias de Keira Knightley (su crecimiento actoral es directamente proporcional a su alejamiento del mainstream más hueco) y de Mark Ruffalo (otro vino que se pone cada vez mejor con el añejamiento)- tiñen la empresa de grabar un disco, en tiempos ultra digitales que desprecian los soportes físicos, en una aventura urbana.
El diálogo de esta película de Carney con la última de los Coen no es el único, también hay puntos de contacto con Frank (otro gran film musical de este año), de Lenny Abrahamson, porque allí también está presente la tensión por la búsqueda desesperada del éxito, un problema que sacude a los protagonistas de este corpus de cine melómano. Si para el pobre de Llewyn Davis el éxito negado era el discurrir circular del fracaso, para Dan y Gretta la zanahoria del éxito se termina transformando en una búsqueda que los intercepta con vistas a encausar nuevas tramas, como una suerte de contraplano del film de los Coen. Es así que la secuencia final tiene una resignificación simbólica a partir del splitter que funciona como conector para que Dan y Gretta escuchen las canciones almacenadas en un teléfono celular, durante un paseo nocturno por las calles de Nueva York. El plano final -como unidad mínima- del rostro de la gran Keira Knightley en bicicleta, con una corta profundidad de campo, resume la luminosidad de esta película, que no necesita diálogos ya que tan solo le basta la canción que atraviesa toda la historia: Lost Stars. Begin Again es una bienvenida película que completa el tridente de brillantes films musicales (y bien opuestos unos de otros) del 2014.