No voy a hacerme el especial, pero hago canciones y terminar de componer una es para mí una sensación cercana a la del orgasmo. Estoy siendo subjetivo, y desde este lugar me atrevo a decir que John Carney logró producir algo semejante cuando Chico y Chica tocaban “Falling Slowly” en aquella tienda de música. 7 años después, el director nos sitúa en New York, ciudad en la que su “Once” se volvió un suceso teatral, ganando el premio Tony a mejor musical.
Carney no reniega de su lugar actual; sabe que en Hollywood las cosas se hacen distinto y lo deja en claro en la segunda conversación que tienen Dan (Mark Ruffalo) y Gretta (Keira Knightley). “Podés mantener la autenticidad, pero de alguna forma tenés que lograr que la gente venga a verte para que a partir de allí la música haga su trabajo”, le dice él. Y podríamos aplicar dicha lectura a la película: “traelos a Ruffalo y a Knightley si igual vas a complacernos con un orgasmo (o algo parecido: usted lo llama como quiera, pero no se atreva a negar su magia)”, que es más o menos lo que acontece cinco minutos antes de esa conversación. Es una canción, digamos, pero es, de vuelta, algo más que eso…difícil explicarlo. Debe ser visto.
Aunque está protagonizada por dos estrellas de primerísima línea, el film tiene espíritu de película chica (que se sabe grande –ya no existe forma peyorativa para tal expresión-): sabe cuándo contenerse, reconoce la importancia del silencio y evita los momentos estruendosos. Retoma de “Once” la preponderancia de la canción, el entusiasmo colectivo por un proyecto genuino y una verosímil pintura de la industria discográfica y artística. Carney también se burla de todo aquello en lo que su ópera prima se transformó (una mutación e identidad corrompidas que se reflejan en el personaje de Adam Levine, especialmente concentradas en su vestuario de la escena del parque), aunque recupera los códigos de la comedia romántica allí usados para contar, una vez más, una historia de amor trunca, inconclusa.
Lo que distingue a “Begin Again” de otras comedias románticas es que las canciones, al ser parte concreta la vida de los personajes, jamás aparecen como mero adorno; sino más bien los modifican dramáticamente. ¿Esto la convierte en una comedia musical? No. Quizá “Once” tampoco debió haber hecho ese cruce de género, aunque pareciera lo indicado.
A veces las cosas parecen pero no son. Dan, el complejo protagonista de este film, borracho, depresivo, prácticamente autoretirado y pasado de moda en sus valores que van a contracorriente del mundo actual; no tiene una buena relación con su hija adolescente se separó hace un año. Nos vamos enterando paulatinamente. Parece mucho, ¿no? Casi un estereotipo. Pero Carney sabe que Ruffalo no puede ser un estereotipo; y que le aportó una cuota clave de humanidad a la comedia romántica de la década pasada. De hecho, y sin ánimo de exagerar, su actuación aquí es de una excelencia que los premios deberían recordar al final de la temporada y que si no lo hacen es porque esta película no está revestida para la academia y si Ruffalo no entra por decantación (como lo harán algunos actores de películas malas como “Perdida”), probablemente ni siquiera lo haga. Su interpretación es la del borracho noble que Johnny Depp pudo convertir en nominación pero que también merecían el Bob Thornton de “Bad Santa” y el Kevin Costner de “The Upside of Anger”.
Mencioné el título original sólo una vez. Quería tener cuidado con “Begin Again”, pues habla de recomenzar y es apropiado para la película, a la cual le pusieron un título en español horrendo. Sin embargo, en la función a la que yo asistí, se leyó otro título en los créditos, y creo que ahí está la clave. “Can a song save your life?” es otro nombre que el film maneja. Acá se equivocaron y le agregaron ‘amor’ (yak!), como si lo otro no fuese lo suficientemente fuerte por cuenta propia. No estamos hablando de una gran película, pero no la minimicemos y hagámosle justicia dejándola preguntar lo que realmente está preguntando: ¿Puede una canción salvar tu vida? Ahora es otra cosa, ¿no? Hagan sus apuestas.
Un último detalle, de melómano nomás. El compositor de las canciones del film es Gregg Alexander; un músico espectacular que cantaba en la banda New Radicals y luego –por suerte- se dedico a producir y componer para decenas de personas. Bajen ese (único) disco de New Radicals si les gustan las canciones de este film. Es un discazo.