Va a ser hermoso hacer un puente.
No es ninguna novedad que la extensa filmografía de Steven Spielberg resulta difícil de catalogar si uno piensa en términos de tiburones, extraterrestres, dinosaurios, campos de concentración, caballos de batalla y conflictos bélicos, para nombrar tan sólo algunos de los universos creados por uno de los directores más determinantes del cine moderno. En esta ocasión lo tenemos nuevamente embarcado en una obra basada en hechos históricos, los cuales tienen lugar durante uno de los picos más altos de la Guerra Fría.
Puente de Espías (2015) cuenta la historia verídica de James Donovan (Tom Hanks), un abogado neoyorquino encargado de defender al ruso Rudolf Abel debido a los cargos en su contra por espionaje contra los Estados Unidos, hecho que convierte al abogado y su familia en parias ante los ojos de la sociedad. Cuando un piloto norteamericano, Francis Gary Powers, es derribado en territorio enemigo, la CIA convoca a Donovan para negociar un intercambio entre Abel y Powers en territorio de Alemania del Este.
Esta cuarta colaboración entre Spielberg y Hanks marca el regreso del director a los dramas históricos despojados del costado bélico y más enfocados en la problemática coyuntural de una época determinada, más en sintonía con Munich (2005) y Lincoln (2012) que con Rescatando al Soldado Ryan (1998) y Caballo de Guerra (2011). Sin duda se nota su mano en cuanto al nivel de recreación de época, visible hasta en el más mínimo detalle, y en la magnitud de un rodaje entre Nueva York, Alemania y Polonia. Como en muchas obras de antaño, se inspiró en parte en la historia de su padre, un ingeniero que viajó a Alemania en el momento preciso en el que el avión de Powers fue capturado, experimentando de primera mano la hostilidad del ambiente.
En esta colaboración entre el director y los hermanos Joel y Ethan Coen -en el rol de guionistas- el drama también hace lugar al humor negro, palpable en cada uno de los diálogos, desnudando en forma crítica la lógica del pensamiento de un momento histórico en el que cada palabra, cada acción y cada idea podían ser interpretadas como un acto conspirativo: había que ingeniárselas para lograr los objetivos entre tantos obstáculos físicos, diplomáticos e ideológicos.
Las extensas escenas de diálogos, acuerdos y negociaciones recuerdan un poco a lo hecho hace unos años, en la ya mencionada Lincoln, por el mismo Spielberg. Estamos ante un relato liviano en cuanto al nivel de tensión durante los casi 141 minutos de película, a excepción de la escena final. Pero esto no hace menos atrapante al film, sino simplemente pone el acento en otro lugar. Un film histórico llevado adelante con firmeza de la mano de un director épico que se apoya en la performance de Hanks como centro del relato, convirtiendo a su James Donovan en el corazón indiscutido de la historia.