Mr. Hanks goes to Berlin
Puente de espías (Bridge of Spies, 2015) es un thriller político “con corazón”, una cruza entre el sentimentalismo patriótico de Frank Capra con el friolento mundo del espionaje de John le Carré.
La película está dirigida por Steven Spielberg, quien canaliza muy bien el puritanismo americano de Capra. Sus última películas, Caballo de guerra (War Horse, 2011) y Lincoln (2012), son prácticamente ejercicios hechos en esa misma clave. El protagonista es Tom Hanks, digno heredero de la figura del “everyman” estadounidense inmortalizada por Henry Fonda y James Stewart; el guión fue escrito por Matt Charman y reescrito por los invaluables Joel y Ethan Coen. Hay Dream Team.
“Basada en hechos reales”, la historia abre en Nueva York 1957, con el FBI siguiendo y arrestando a un tal Rudolf Abel (Mark Rylance), acusado de ser un espía comunista. La primera parte de la película se centra en su abogado, James Donovan (Hanks), quien muy a su pesar es asignado a defender a Abel. La segunda parte acompaña a Donovan rumbo a la Alemania Oriental, donde intenta negociar el intercambio de Abel por un piloto americano en cautiverio.
La trama consiste, esencialmente, de una serie de reuniones en las que Donovan debe manipular a hombres más poderosos que él para obtener lo que quiere. De entrada le vemos litigando con un colega, utilizando la semántica para desarmar sus argumentos (un recurso muy Coen). Más tarde tiene un ingenioso diálogo en el que explaya su idealismo ante un cínico esbirro de la CIA, y viene a funcionar como el mantra de la película.
El personaje de Hanks es inmediatamente simpático porque se encuentra solo en su misión; solo se enfrenta a su propia firma, a la Corte Suprema y a la CIA. Pronto se torna en una persona non grata a ojos de una sociedad que sólo quiere ver cómo cuelgan al espía que está defendiendo a pie de la letra; lo que empieza siendo una desagradable tarea burocrática se convierte en una cruzada por hacer valer su idealismo en la ley. Esta es la parte más sentimental de la película, la cual culmina con un dolido monólogo que seguramente pasarán en los próximos Academy Awards cuando nominen a Mark Rylance como Mejor Actor de Reparto.
La segunda parte repunta al sacar a Donovan de su elemento (su país, su ley) y enfrentarlo a los capos estatales de la República Democrática Alemana. Se rompen las reglas de juego a las que Donovan está acostumbrado, y su cruzada se convierte en un absurdo kafkiano, repleto de burócratas elusivos y burocracia mezquina. Sentimos el esfuerzo del personaje al remar solo ante Rusia, Alemania y su propio gobierno. Aquí entran en juego los biliosos diálogos de los Coen, que de alguna forma han pasado toda su carrera enfrentando al hombre pequeño con el hombre detrás del escritorio, y sacando drama y comedia de ello.
El final de la película es un problema. Es uno de esos finales que sigue de largo y se pierde varias oportunidades del desenlace perfecto, acoplando epílogo tras epílogo hasta que se vuelve intolerable. Lincoln hizo lo mismo. Muchas personas probablemente tomen a Puente de espías por “ese dramón que Steven Spielberg hace cuando no está dirigiendo una de aventuras”. La verdad es que es de lo mejor que Spielberg ha producido por el estilo, encontrando un preciado balance entre el drama histórico y el drama del héroe, y gozando del candor cómico de Tom Hanks y los hermanos Coen.