Cómo no amar a Steven Spielberg. Es casi como no amar al cine. Y es una definición simplista, sí, pero este espacio impone ser breve. Al igual que en “La lista de Schindler”, “Rescatando al soldado Ryan”, “Munich” y “Lincoln”, Spielberg retoma en “Puente de espías” su “cómo contar la historia” sin perder filo ni estilo. Aquí se apoya en un caso real que ocurrió en plena Guerra Fría: un abogado tan eficaz como idealista (un papel justo para Tom Hanks) decide tomar el caso de defender a un espía ruso atrapado en EEUU, con todo lo que eso conlleva. Y después, como si fuera poco, tendrá un rol esencial en una misión secreta para rescatar a un piloto americano atrapado en territorio soviético. Lejos del cine vertiginoso y efectista que abunda en Hollywood, Spielberg se mantiene firme en un formato clásico que potencia sus virtudes: ese arte de que parezca simple lo complejo, su narración precisa y su naturalidad para combinar suspenso, tensión política y acción sin dejar de lado el pulso emocional de sus personajes y hasta algunos toques de humor. “Puente de espías” es casi minimalista por momentos, nunca cae en trazos gruesos ni se excede en la banda sonora. Sobre el final puede incomodar cierta solemnidad, lo cual es sólo un detalle al lado de la decisión de Spielberg de exponer valores y defenderlos a través de su protagonista. Además su lectura de la historia es tan abarcadora que hasta puede ser pensada desde la Argentina de hoy.