Lo primero que hay que decir de Bridge of Spies es que, a pesar de lo que diga su título, no es una película de espías. Como otras películas de Spielberg es, o intenta ser, un drama social detrás de los acontecimientos políticos. Pero parece inverosímil que el mismo director que realizó películas conmovedoras desde todo punto de vista, tales como La lista de Schindler o Amistad, sea el mismo de El puente de espías.
La película cuenta la historia real de un abogado de Nueva York, James Donovan (Tom Hanks), quien primero debió defender en la corte a Rudolph Abel (Mark Rylance) de realizar espionaje en los EEUU durante los años más álgidos de la Guerra Fría y luego colaboró con la CIA para que Abel sirviera de intercambio con un piloto norteamericano capturado por la Unión Soviética.
Toda la película se apoya en la relación que se va creando entre Donovan y Abel, y ese es uno de los pocos puntos a favor del film. Como siempre, Tom Hanks hace su trabajo de manera impecable y el actor inglés Mark Rylance es, al menos para mi, una gratísima revelación y posiblemente el punto más alto del film.
Desde lo formal, otro punto a destacar es el realismo para representar toda una época aunque, en mi opinión, ese realismo no se corresponde con algunas situaciones de la historia. Quizás los hechos se desarrollaron tal como se describen en la película, pero que un simple abogado que pocos días atrás era visto casi como un traidor a la patria por representar legalmente a un espía ruso termine dándole instrucciones a la CIA, me parece demasiado.
Justamente, una de las cosas que más me llamó la atención de esta película es la pobreza del guión. Los hermanos Cohen, que nos tienen acostumbrados a historias intrincadas -cuando no absurdas- donde un plan simple se va complicando cada vez más hasta venirse en contra del protagonista o de los protagonistas, terminaron escribiendo un guión demasiado simple y demasiado lineal. Con poquísimos matices.
Si la historia cuenta las tensiones entre EEUU y la Unión Soviética que podrían haber llevado a una guerra nuclear, eso no se siente en ningún momento del film.
En definitiva, y esto es un pedido formal y hasta desesperado, que alguien le haga llegar una brújula al queridísimo Steven Spielberg; últimamente, tanto en la dirección como en la producción se está alejando mucho de las maravillas de las que él es capaz. Y lo necesitamos.