Lección de civismo y cine no parecen ser dos términos que se lleven de manera del todo natural. Pero siempre hay gente como Steven Spielberg que tiene el talento suficiente –el genio, habría que decir– para hacer que esas dos cuestiones no solo puedan convivir en una película sino empujarse una a otra, de una manera a la que se me ocurriría definir como “intelectualmente propulsiva”. Sí, es una trama de espionaje internacional, pero son pocas las escenas (apenas tres, pero extraordinarias) en las que la película se hace cargo de la parte más “excitante” del género. Más bien, PUENTE DE ESPIAS hace recordar más a la adaptación al cine de EL TOPO, de John Le Carré que a cualquier heredero de James Bond.
Pero ni siquiera esa comparación le hace justicia del todo a la película, ya que Spielberg no hace “una de espías” en la cual observamos solamente ese turbio, oscuro y complejo mundo durante el pleno auge de la Guerra Fría, sino que introduce un personaje –un fish out of water, en la piel de Tom Hanks– que no pertenece a ese mundo y que intenta manejarse allí adentro usando un “sistema” que excede a los espías de un lado y del otro. Llamenlo integridad, decencia, humanidad, compasión. PUENTE DE ESPIAS es, más que nada, una película sobre esos valores, sobre la posibilidad de que aún en el más turbio y pantanoso mundo de la política internacional haya un espacio para “los valores” que nos hacen ciudadanos de un mismo mundo.
bridge3Como decía antes, PUENTE DE ESPIAS es –como lo era también LINCOLN y varias películas suyas más, si uno las mira en detalle– una suerte de lección de civismo, la lectura política del pasado pero mirando al presente de un hombre como Spieberg que cree en la civilización, en el diálogo, en el respeto por el otro, en la inteligencia y, sobre todo, en las cosas que, más allá de las diferencias específicas, todos podemos tener en común como habitantes de una sociedad. Como LINCOLN, la película cuenta también una trama de negociaciones en cuartos cerrados y oscuros para lograr algo que aporte al bien común, algo superador. En este caso, el desafío tal vez sea menor –se trata de un intercambio de espías/rehenes entre Estados Unidos y el bloque soviético–, pero los ingredientes son los mismos.
El secreto de Spielberg es tomar la situación como una más de las historias que ha filmado. No hay diferencia de tono excesiva entre este tipo de filme y, digamos, LA TERMINAL. Hay espacio para el humor y para la liviandad –imagino que ahí aportaron algo los hermanos Coen, que figuran como coguionistas– y para el suspenso en el modelo más clásico. Pero sobre todo –y aquí Steven es inimitable– para la emoción, para que la suerte de un pequeño grupo de personajes siendo intercambiados entre dos potencias mundiales, un hecho menor en la historia política mundial, estruje los corazones y transforme el mínimo gesto o línea de diálogo en un ataque directo pero sutil al corazón.
bridge4Tom Hanks encarna a James Donovan, un abogado de seguros de una firma neoyorquina al que, en 1957, le dan –le encajan, habría que decir– una tarea por demás incómoda: debe defender a un detenido espía ruso (la escena/lección de cine que abre la película) en el juicio que se le hará. Le piden que haga su tarea solo para dar la apariencia de que el sistema funciona, pero nadie –ni sus jefes, ni el juez ni mucho menos la paranoica “opinión pública”– está interesado en que realmente lo defienda. Pero Donovan no puede no tomarse en serio su tarea y, pese al odio de muchos, hace todo lo posible por liberar a este hombre. Motivos tiene y lleva el caso hasta la Corte Suprema, pero en los Estados Unidos de fines de los ’50 no alcanza con ser decente o citar la Constitución.
Lo principal, sin embargo, es la relación que establece con Rudolf Abel, el espía ruso que tan bien interpreta el británico Mark Rylance, acaso el arma secreta de este filme, un hombre que hace su trabajo bajo los mismos conceptos (inteligencia, ingenio e integridad para con su propia causa) que Donovan. No son tantos los diálogos ni las escenas que tienen juntos (uno desearía que fueran más), pero alcanzan para establecer ese lazo que se extiende a lo largo de los 140 minutos del filme y que es su corazón, lo que lo hace palpitar.
bridge2Luego de la resolución del caso y la vuelta a la normalidad en la vida de Donovan, empieza otra película, la que se acerca más al título: a partir de su relación con el ahora encarcelado Rudolf y su supuesta habilidad en el trato con los soviéticos, en 1961 lo envían a Donovan a Berlín, en plena época de la construcción del Muro, a negociar el intercambio de Abel por un piloto norteamericano que fue detenido y acusado de espionaje por los soviéticos (segunda extraordinaria escena de suspenso y acción). De aquí en adelante comenzará otra película (acaso un tanto menos sólida que la primera en cuanto a las idas y vueltas del guión) que estará relacionada a las negociaciones de Donovan por lograr, otra vez, un poco más de lo que le piden que haga. Pero el eje es el mismo: ingenio e inventiva de abogado para sacar máximo provecho a las situaciones, sí, pero sobre todo un respeto por la integridad de la vida humana que la mayoría de los espías que operan con él en estas negociaciones no tienen.
PUENTE DE ESPIAS, pese a su temática y formato clásico, pese a transcurrir en los ’50 y los ’60, habla de hoy. Es la manera en la que Spielberg entiende que su país debe conducirse internacionalmente: no mediante la fuerza ni la presión sino a través de la negociación, el diálogo y apelando a lo mejor de unos y otros. Es una lección que funciona en muchos sentidos (solo basta pensarla en la Argentina de hoy, en la que el respeto por el otro no es moneda corriente) y que Spielberg logra transformar en atrapantes confrontaciones que son puro cine, que jamás ceden ante la tentación de la simple “bajada de línea”. Sí, es cierto, las hay. Pero –como en LA LISTA DE SCHINDLER, otro filme sobre un negociador que intenta salvar vidas humanas– esas “lecciones” humanistas están inteligentemente ensambladas con las peripecias dramáticas de los protagonistas. Cada decisión ética está ligada a un disparador narrativo cuyas consecuencias son imprevisibles, lo cual vuelve a la película un relato de suspenso hecho y derecho más allá de su tono, si se quiere, calmo y pausado.
bridge-of-spies-03_0Hanks vuelve a estar perfecto como el everyman americano, esa suerte de representación de valores acaso perdidos u olvidados pero que el cine –desde los tiempos de Capra, Ford y otros– mantiene vivos en el imaginario tal vez más que en la realidad. Es la clase de tipo que cree y cita la Constitución, el que no dirá a su familia en los problemas que se ha metido porque prefiere ser discreto y no asustarlos, y el que enfrentará las situaciones más difíciles con la integridad del “hombre de pie”, el tipo que prefiere romperse antes que doblarse y que se mantendrá apegado a sus principios civiles hasta el final, cueste lo que cueste.
Algo similar pasa con Abel, al que Rylance encarna como una suerte de eco, espejo y doble del personaje de Hanks (ver sino la brillante escena inicial): un hombre de principios que sostiene su integridad ante cualquier circunstancia. Acaso algunos personajes que sobre el final cobran más relevancia (los americanos que Donovan tiene que intercambiar, por ejemplo) queden un poco desdibujados en la narrativa del filme, pero es en un punto entendible. El eje que Spielberg construye es entre Donovan y Abel, y el resto de los personajes cumple una función narrativa un tanto menor en relación a ellos.
Sobrio, elegante, clásico, inteligente, atrapante, PUENTE DE ESPIAS es un filme hecho por adultos y para adultos, pero con alguien al mando que no perdió del todo la mirada un tanto infantil (naive o inocente) de cómo debería funcionar el mundo… y el cine. Un poco como la reciente LA CUMBRE ESCARLATA, es una película que parece salir de otra época, una en la que los personajes y las historias se profundizaban a lo largo del tiempo produciendo los suficientes shocks de adrenalina al espectador como para mantenerlos en vilo pero sin olvidar que, más allá de esoss hitchcockianos McGuffins, la verdadera historia, los verdaderos temas, estaban en otra parte. Son dos películas si se quiere un tanto retro hechas por cineastas considerados como autores de cine masivo y popular y que se ubican entre lo mejor del año apostando por apartarse mucho de los modelos cinematográficos de esta década. Eso, en algún punto, debería hacer reflexionar al espectador acerca de los dudosos caminos del cine contemporáneo.