Chicos que deben crecer de golpe y en soledad
El paso de la niñez a la adolescencia está siempre teñido de preguntas, de inquietudes y de sorpresas. Por este camino están transitando Matías, Tomás y Pedro, un terceto de amigos que van juntos a la escuela, juegan al fútbol y recorren sin apuro las calles de ese barrio suburbano en el que viven. Tomás, el de carácter más fuerte, se apodera de un revólver escondido en su casa y con él se siente importante frente a ese micromundo que los va marginando. Después de una tragedia, los chicos deciden escapar de sus casas. Las luces de neón, el apuro de la gente que se les cruza en la calle y los vehículos que transitan junto a ellos les van descubriendo un nuevo y extraño espacio pleno de sorpresivas situaciones. Con un poco de aburrimiento y mucho de curiosidad, se cruzan con varios personajes a lo largo de esa noche, que es, para ellos, el inicio de una vida nueva.
Cálida y sensible, la historia va transcurriendo lentamente a través de los recorridos de estos tres muchachos por las calles atestadas, de sus pausas para comer una pizza al paso y de hablar, casi con monosílabos, acerca de lo que para ellos es nuevo y deslumbrante. El novel realizador Julián Giulianelli apostó aquí a la sencillez que, por momentos, se transforma en situaciones reiterativas y monótonas, pero precisamente ellas son las que van escalonando el devenir de sus protagonistas, inmersos en un mundo que les va indicando la manera de transformarse en adultos. Milton de la Canal, Facundo Pérez y Malena Villa aportaron la necesaria ternura a esos adolescentes que vagan sin rumbo, en tanto que Juan Ciancio pone a descubierto su fibra dramática en el papel de Tomás.