La vida a orillas del Río Paraná, la simpleza de los objetos, el sentido de la existencia comprendida de modo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados. Puerto Paticuá lleva título de un lugar, de una zona, pero trata sobre personas, hombres a los que rara vez se les pone el foco de atención.
Punto limítrofe en Misiones que conecta nuestro país con el Paraguay, sus habitantes, que se conocen entre sí, viven ajenos al resto, no entienden de limitaciones geográficas, solamente utilizan el Río como un brazo de conexión entre las dos tierras, el conector.
Los habitantes del Puerto Paticuá sienten la tierra como una extensión propia, es el medio y es el modo de vida, la naturaleza está en contacto permanente con ellos; hay un respeto y un modo de comprensión que nada tiene que ver con el alcance de alguien que vive en una ciudad.
El documentalista Hernán Fernández lleva a cabo un trabajo minucioso para retratar las vidas de los lugareños. Lo hace tomando botones de muestra. Dos vidas, la de Miguel y la de Juan.
Uno es productor de soja y complemente su subsistencia con el arrendamiento de la tierra, su vecino, Juan, tiene una vaca, una canoa para pescar, y una fracción de tierra para el aprovechamiento de la yerba mate. Ambos son amigos, y se complementan uno con el otro, la naturaleza que los rodea, el ambiente que también los condiciona, será el otro protagonista.
En este boom actual que vive el género documental dentro del cine argentino, abundan los de estilo minimalista dedicados a retratar la vida en determinadas zonas olvidadas en nuestro país. También la ficción se ocupó de ellos en films como el reciente Marea Baja de Paulo Pécora.
En este sentido, Puerto Paticuá hace su aporte en relacionar al hombre con su ambiente natural, en expresar la falta de sentido de fronteras para los lugareños.
Planos detalle de aspectos físicos de los personajes, detenimiento en sus labores, una narración que expresa también el ritmo propio con el que viven ellos. El trabajo en la fotografía que prevalece los puntos luminosos, los colores naturales con un brillo particular.Un tono ascético que profundiza en plasmar su realidad. Puerto Paticuá nos invita a convivir con seres diferentes a lo que podemos ver en la urbe.
Personas que merecen ser escuchadas, a las que Fernández les presta su cámara subjetiva, aquella que expresa no solo con las palabras, lo hace también con los silencios, las miradas, los gestos y la imagen permanente de esa naturaleza representada en un río que no se detiene.