Un fantástico nacional posible.
Punto Ciego plantea el problema de cómo representar lo marginal en la actualidad, sin considerar necesariamente a lo que está en el margen como lo pobre o lo miserable, sino como lo alterno que puede volverse centro. Lo marginal en este caso es lo fantástico, género que aún es más marginal en un país cuyo cine fantástico tuvo sus más apreciados recorridos dentro del período clásico, en una particular combinación con el melodrama. Entonces, ¿cómo pensar en Carpenter desde Argentina? ¿Cómo hacerlo en Hitchcock, en De Palma, desde un nosotros que nosotros mismos nos creamos posible? Los argentinos, que aceptamos cualquiera verosímil fantástico extranjero, para los locales nos volvemos extremistas de la disconformidad. Martín Basterretche plantea con su película estos arriesgados interrogantes y encuentra una interesante respuesta.
Punto Ciego sitúa su acción en un puerto de una pequeña ciudad balnearia, que es a Buenos Aires un margen, como lo es también al llamado “interior del país”. La misma locación entonces se vuelve situación de conflicto: una tensión entre la ciudad y lo rural que encuentra su simetría en otros pares binarios: la realidad y la ficción, lo masculino y lo femenino, lo fantástico y lo demencial, el bien y el mal. Esta ciudad puerto, espacio de una puesta en escena puesta al margen, es entonces un verdadero puerto simbólico desde el cual se trafican sentidos: un héroe del interior del país caído en una trama citadina que lo excede, un cantante del llamado género folklórico enfrentado a otro cantante representante del tango actual, un Ulises no preparado para evitar la seducción de una sirena ya no auditiva sino visual, un Norman Bates viviendo su propio Vértigo y un Gavin Elster que en esta época ya no necesita construir mujeres materiales porque vivimos en un mundo de virtualidades más reales que los fantasmas. Donde la película triunfa es en el planteamiento que hace de su fuera de campo. Es a partir de los fragmentos, los sobreentendidos, los silencios y las acciones, que se crea una constante sensación de amenaza tan onírica como real. Para esto es esencial la destacada manera en que se plantea el enfrentamiento de dos logias secretas que se debaten por un mismo mar, siendo este el representante de otra cuestión, de otras aguas: desde el corazón del protagonista a la humanidad toda.
Punto Ciego y su guión parecen demostrarnos que lo fantástico nacional es posible a partir de comprender cuáles son nuestros márgenes en todos sus sentidos, cuál es nuestra herencia fantástica (que siempre sobrevolará a Bioy y por ende al amor), cuál es nuestra relación con el cine fantástico de la autoconsciencia de Hollywood y cuál es el aporte que desde nuestro arrabal podemos brindar. Seremos sutiles, seremos amigueros, seremos del bar y también del mar. Nuestras mujeres nunca serán tan malas y Buenos Aires será siempre fantasmal. Nuestros héroes serán derrotados desde el momento de pisar acá, lo católico dirá su nombre y el buen gusto luchará contra la rascada hasta que este, nuestro país, ya no sea más.
Punto Ciego. Un importante primer paso hacia un gran ideal.