Martín Basterretche escribe, produce y dirige Punto Ciego, su opera prima que a la vez marca el debut cinematográfico de Álvaro Teruel, uno de las principales voces de la actual formación del grupo salteño Los Nocheros. Punto Ciego nos presentará a Ulises, un joven cineasta que intenta filmar un documental sin contar con guion ni hilo conductor alguno, lamentablemente para el joven director, su cámara está filmando lo que no debe.
Punto ciego en pozo ciego
Es constante escuchar la frase “el cine argentino está en ascenso”, y es prácticamente un axioma dicha oración. Pero como pasa en cualquier ámbito de nuestra vida, no todo lo que nos sucede es bueno, y en nuestra industria cinematográfica, no toda película vernácula es buena. Lamentablemente, la opera prima de Basterretche pertenece grupo de las cintas infames.
Punto Ciego terminó de filmarse en octubre de 2012, usaron como locaciones La Plata y Mar del Plata, para darle escenario a la ficticia, pérfida y sórdida Santa Sofía del Mar. Más de tres años después nos llega la cinta finalmente post producida, y más allá de soslayar las cuestiones técnicas de una película clase B, es imposible pasar por alto lo pobre de lo artístico del elenco elegido.
Álvaro Teruel es el protagonista y quien interpreta a Ulises, un joven cineasta que filma todo lo que ocurre en una esquina a la cual tiene acceso desde la ventana de su monoambiente. Durante los primeros veinte minutos de la cinta, nos sumergiremos en la vida de Ulises, y gracias a una música sumamente espectacular, el primer acto resulta ser ampliamente satisfactorio y solamente la banda sonora genera la tensión que la historia no puede.
Todo esto pasando por altos los graves problemas actorales que tiene Teruel. El personaje que compone es totalmente inverosímil, los diálogos que intenta interpretar cuentan con una monotonía y una linealidad que suenan totalmente leídos, sin un ápice de interpretación. El resto del elenco no destaca para nada, dejando bastante que desear, pero lo de Teruel llama sumamente la atención, teniendo en cuenta que tira por la borda todo lo que una cinta como Punto Ciego puede ofrecer.
Pasando por alto los obvios problemas de presupuesto, la factura técnica es sumamente deplorable, los planos cortos dejan en evidencia la falta de talento de sus protagonistas, la falta de cadencia narrativa torna aburrida una historia pretenciosa, y los cortes –más bien hachazos– que sufrió el metraje en la edición, dan una sensación de un trabajo finalizado como se pudo. Palo y a la bolsa.
Pero si algo es peor que las pobres actuaciones de sus protagonistas, su pésima edición, los diálogos inverosímiles y su filmación a lo telenovela venezolana, es la historia de esta propuesta. La trama es tan estúpida como pretenciosa. Tantas capas argumentales juntas se vuelve una especie de galimatías que hacen perder el foco original de la historia, y al final, la idea de un muchacho que intenta filmar un documental sin guion termina siendo una aguja en un pajar lleno de subtramas irrisorias.
Conclusión
Punto Ciego es un quiero y no puedo tan grande como la mansión de algún político. Es pretenciosa, y su trama se pierde enredada entre tanto aire onírico y sobrenatural. Los lastres que terminan de hundir a este barco son los propios protagonistas y sus pésimas interpretaciones. Y es que hay que ser sinceros: de una historia que mezcla sueños premonitorios con piratas, documentales, teatros abandonados, paranoia, personas obsesionadas, fantasmas, chinos que luchan contra la piratería, operaciones encubiertas y sueños dentro de sueños no puede salir nada bueno… ¿O sí?