Es curioso el caso de “Punto Ciego” (Argentina, 2016) el debut cinematográfico de Martín Basterretche y también el de su protagonista, Álvaro Teruel, cantante del grupo Los Nocheros, un thriller que tenía mucho potencial en su arranque pero que luego va diluyendo su propuesta al no encontrar un buen rumbo en la historia.
El punto ciego al que alude el título es aquel en el que nuestra vista, quizás, se ve imposibilitada de ver otra cosa, es decir, si por ejemplo se quiere evitar que llame la atención algo, varios obstáculos colocados estratégicamente en determinados lugares, imposibilitarían que se vea algo que realmente se quiere ocultar.
Y justamente al avanzar la narración es aquello que le pasa al filme, una propuesta ambiciosa, en la que el mundo del cine se hace presente a partir de la historia de Ulises (Teruel) un joven director que quiere impresionar al mundo con su ópera prima, un compilado de imágenes reales en las que el sentido, todo esto según su explicación, terminarían por darle una entidad al todo del relato.
Así, se la pasa registrando con su cámara, ubicada en una de las ventanas de su departamento (cualquier similitud con “La ventana indiscreta” no es casual) el constante deambular de personas en una de las céntricas esquinas de Santa Sofía del Mar, la pequeña ciudad costera que habita.
En esas imágenes, eternas, descubre un día a una joven llamada Marina (Corine Fonrouge), diferente a los grises seres que está acostumbrado a ver, por lo que se obsesiona con ella hasta que un día una imagen lo sorprende.
Testigo accidental de un asesinato, Ulises intentará armar el complejo puzzle que lo llevará a estar detrás de una conspiración que incluye a piratas, funcionarios, policías y demás, que sólo lo despistarán aún más de saber quién es Marina y qué esconde.
La película va y viene en el tiempo, las imágenes registradas por la cámara de Ulises son tan sólo la excusa para construir un relato que se pierde en su propio laberinto y que deja muchos vacíos en la trama.
El guión, por momentos potencia la necesidad de Ulises por comprender a marina, pero en otras ocasiones se deja seducir por el misterio que detrás de la ciudad y sus autoridades, las que armaron el punto ciego para desviar la atención en las rutinas diarias, y exponer aquello que realmente querían mostrar ante los ojos del joven y de su amigo periodista (que investiga el caso de la mafia portuaria), la nada misma.
Y en ese constante deambular de Ulises, de recorrer espacios, de rever las imágenes capturadas, de suponer cosas que no son iguales a aquello que él piensa, y mucho menos realmente son, “Punto Ciego” va perdiendo la fuerza con la que el monólogo inicial del protagonista se presentaba.
Basterretche quiere homenajear al cine, a aquellos grandes thrillers y policiales en los que los indicios terminan por construir evidencias, pero en el afán y la ambición de querer tanto, pierde su verdadero norte y su fuerza narrativa. Fallida.