Sexto largometraje de Daniel de la Vega, "Punto muerto", sigue indagando, con éxito, en los vericuetos del cine de género dentro de cine argentino, esta vez a modo de un gran homenaje al cine policial negro de los años ‘40 y ’50. Hubo un tiempo en que hacer cine de género en Argentina era todo un desafío de valientes.
Una osadía en la que pocos se aventuraban. No es un tiempo tan lejano; los comienzos de este Siglo nos encontraron celebrando las primeras ediciones del festival Buenos Aires Rojo Sangre y junto a él la tímida aparición de una nueva generación de cineastas que no querían hacer el cine que se venía haciendo, pero tampoco les interesaba la solemnidad del Nuevo Cine Argentino (mamado en la FUC) tan en boga en esos momentos.
Ellos querían cine de género, algo que acá hacía décadas que no se hacía (por lo menos no masivamente), y lo lograron a fuerza de empuje y un gran emprendimiento de colaboración conjunta.
Entre los nombres de esa época – que sirvió de puntapié para esta actual más amigable y fructífera – sobresale el de Daniel de la Vega, un pionero con títulos como "Jennifer Shadow’s", "La muerte conoce tu nombre", y "Hermanos de sangre". De la Vega es un emblema de nuestro cine de género, y actualmente, cada película suya parece querer seguir descubriendo zonas ocultas.
Lo hizo con el giallo (¡y en 3D!) en "Necrofobia", con el terror sobrenatural de carreteras y sectas en "Ataúd Blanco", y repite en la mejor de sus formas con "Punto Muerto", avocándose al policial negro. ¿Es posible en 2019 estrenar un policial noïr, negro como los que se habían en los años ’40 y’50? De la Vega nos dice que sí, y para probarlo, nos ofrece su mejor película hasta la fecha. "Punto Muerto" es una película de cacerías, de juegos de gato y ratón.
El protagonista es Luis Peñafiel (Osmar Nuñez), un exitoso escritor de policiales de mucha fama rendida a sus pies, y un fuerte detractor, Edgar Dupuin (Luciano Cáceres) un crítico literario incisivo que hostiga a Peñafiel, y lo persigue con aquello que aun el escritor no pudo resolver en su vasta obra literaria, un crimen perfecto a puertas cerradas.
Peñafiel, y su ayudante (Rodrigo Guirao Díaz), plantean todas las posibilidades frente a un Dupuin que lo rechaza y juega con su psiquis. Pero luego todo se desmadra, la ficción y la realidad confluyen como en Necrofobia, y Dupuin desaparece y se lo da por muerto, todo en un cuarto cerrado, tal cual el enigma sin resolver.
Las miradas apuntan hacia Peñafiel, quien junto a su ayudante deberán resolver este ahora real crimen, antes de que la policía (Daniel Miglioranza) los acuse, y antes de que el enigmático hombre negro se siga cobrando víctimas. Un juego de gato y ratón de Peñafiel con sus antagonistas, y consigo mismo, su mente.
"Punto muerto" acumula homenajes y referencias que hablan de un realizador muy a consciencia de lo que hacía. El más evidente es el nombre del protagonista, Luis Peñafiel es el seudónimo del gran Chicho Serrador en películas como "Obras maestras del terror".
Pero no se limita a eso, podemos encontrar guiños que van desde el mundo del cine, al mundo literario, desde Narciso Ibañez Menta, Román Viñoli Barreto, y Carlos Hugo Christensen, a Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Ellery Queen, y Agatha Christie. Quizás todos nombres que al igual que el protagonista se plantearon una escena del crimen compleja que los aquejaba.
Lo fabuloso y celebrable de De la Vega en "Punto muerto", es como no se queda en el homenaje extranjero (los hay también a Hitchcock y Lon Chaney, por ejemplo), sino que recurre a una época en la que en Argentina hacer cine de género era una fiesta; probablemente en un anhelo de que esas glorias regresen. De la vega bebe de los grandes, pero hace los elementos suyos, muchas de las constantes de su cine están acá.
Los juegos de la mente, la noción perdida entre ficción y realidad, la mirada juzgada al propio protagonista, las claves del submundo, todo nos retrotrae a su propio cine, mezclándolo con el de los grandes maestros, del celuloide, y de la tinta. De la Vega es un sólido director de actores, y aquí lo vuelve a demostrar otorgándole espacio de lucimiento a todos sus personajes principales y secundarios.
También se luce en el manejo del espacio y la puesta escenográfica. La fotografía en profundo blanco y negro de contraste, crea el clima ideal cortante como en la gran El vampiro negro. Los zooms y los primeros planos, nos llevarán hasta La bestia debe morir.
Los duelos de a dos, recordarán a Obras maestras del terror. Nada está librado al azar. Osmar Nuñez no hay nada que no pueda hacer, su interpretación de este escritor es formidable. Lo mismo podemos decir de Luciano Cáceres y un Dupuy que incluye un cambio de pose y voz sorprendente. Si de sorpresas hablamos, Rodrigo Guirao Díaz deja al galán de lado, y entrega la mejor actuación de toda su carrera.
El detective de Miglioranza, y la dama de Natalio Lobo también están en grades alturas de actuación. "Punto muerto" es otra muestra del momento de plena salud en que se encuentra nuestro cine de género. Un cine que se permite la experimentación, el (auto) homenaje, y la referencia cruzada. Daniel de la Vega atraviesa generaciones entre aquella primaria y esta que lo recibe como un experimentado que aún tiene mucho para entregar, "Punto muerto" lo encuentra en su mejor momento, salud.