Tan negro como un gato negro.
Mucho más que un juego de citas literarias y guiños cinéfilos, el policial negro y estilizado; el policial lógico deductivo al estilo Agatha Christie dicen presente en el nuevo opus de Daniel De la Vega, Punto muerto, refinado ejercicio de estilo para recorrer las instancias de una investigación policial, con un enigma a resolver, que tiene que ver con la habitación cerrada donde se encuentra la macabra obra de un asesino enmascarado.
Cómo salir de una trampa mortal sin ser descubierto es en realidad el desafío intelectual que propone un crítico literario, (Luciano Cáceres como siempre sobrio y nada sobreactuado) pedante y escudado en su influencia en lectores mediante sus ensayos críticos, a su némesis, un escritor de policiales sobrevalorado (Osmar Núñez) según la mirada del propio crítico y que cuenta con la popularidad de lectores que no dejan de sucumbir ante sus historias protagonizadas por un detective ciego, quien no necesita ver una escena del crimen para resolver complicados asesinatos.
Ese es el nudo que entrelaza esta trama donde rápidamente las cartas de la ficción y la realidad forman parte del mismo mazo. Pero a diferencia de un juego de naipes donde la tentación del azar desenmascara cualquier estrategia para ganar la partida, lo que prevalece aquí es la astucia y la inteligencia para sembrar pistas que alejen una resolución de un crimen y actúen como lanzas de provocación a los egos de dos escritores, el ya consagrado y el que busca la consagración (Rodrigo Guirao Díaz) en una sociedad absolutamente utilitaria, en la cual la dialéctica admiración-odio enturbia la pureza de las conductas humanas.
Desde el punto de vista visual, estamos frente a una propuesta atractiva, cuidada y realmente estilizada. En cuanto a la historia, tampoco se encuentra en este film el trillado lugar común y las resoluciones a destiempo, sino todo lo contrario para redondear un relato de escritores detectives, digna de los mejores clasicistas de la trama policial.