Abril de 1982, Tierra del Fuego. Sobre la orilla del canal Beagle se encuentra el puesto de la Armada Argentina. A ese lugar inhóspito trasladan a dos conscriptos de la marina: Pablo (Juan Manuel Barrera) y Ramón (Gonzalo López Jatib) para ponerse bajo las órdenes del Suboficial (Osqui Guzmán) y del Cabo (Jorge Sesán) con el objetivo de controlar e identificar, a través del radar, el tránsito de barcos que circulan por el canal.
Ellos pensaban, especialmente quien está a cargo del puesto, que iba a ser una tarea sencilla, monótona y, tal vez, tediosa, por estar convencido de que los barcos ingleses no iban a llegar al Atlántico sur, negociarían y eso sería la solución para que la disputa no evolucione peligrosamente.
Alex Tossenberger dirige esta película haciendo una libre aproximación, de lo que fue la guerra de las Malvinas desde el sector continental, que estuvieron en alerta pero que no combatieron directamente.
Los cuatro personajes permanecen a la expectativa, cumpliendo órdenes realizar el trabajo asignado. Con la supervisión del Suboficial, quien, además de cocinar, constantemente da órdenes gritando a los “colimbas” para generar respeto y subordinación, y si a alguno de ellos se le ocurre hablar de más ya es motivo suficiente como para exigirlos físicamente.
El film transcurre mostrando los días y las noches que pasan los militares alejados de todo, aislados, y que a las noticias del conflicto bélico las reciben vía radio, escuchando los comunicados de prensa. Ante cada novedad los personajes se ponen cada vez más nerviosos y no saben qué hacer, o lo que va a pasar.
Esta obra intenta transmitir la tensión de la espera, la angustia, los miedos, la desolación, la desinformación, que se genera por parte de los mandos superiores que los tienen abandonados, sin provisiones ni armamento, a lo que se suma la nula instrucción que tienen los conscriptos, mezclado con el pseudo patriotismo que intenta inculcar el Suboficial. Todo ello da lugar a un combo de situaciones que diluye el drama que realmente fue la guerra, porque, por ejemplo, Pablo,es un estudiante de Derecho que vive en la Capital, que predice todo lo que va a suceder con mucha seguridad, y es muy poco creíble, y Ramón, es un tucumano recién salido de su pueblo, demasiado inocente y bueno como para tener tamaña responsabilidad, desbalancéan la historia.
Sólo la experiencia y versatilidad de Osqui Guzmán, que sostiene a su personaje, y a la narración, la película no decae del todo porque hay muchos diálogos fuera de timming, en tanto que el resto del elenco no acompaña y hay escenas al borde de ser risueñas cuando el resultado debiera ser todo lo contrario.
Por todo esto, el largometraje termina siendo desparejo y no logra su cometido como el director hubiese querido.