Fallida revisión de los tiempos de la Guerra de Malvinas
La película de Alex Tossenberger se concentra en el trato que reciben dos jóvenes marineros por parte de un siniestro sub-oficial. Se trata de una película que no aporta demasiado a la filmografía sobre Malvinas.
Hasta la fecha, y aún con algunos reparos, Iluminados por el fuego (Tristán Bauer, 2005) es la película argentina sobre Malvinas que más llegada tuvo al público masivo. Es, también, la que supo narrar una historia con herramientas cinematográficas sin por ello desmerecer una causa nacional que dolió y que duele. QTH (2016) es, a priori, bienvenida; construir memoria desde lo audiovisual es un gesto noble. Pero allí en donde Bauer acertaba, Tossenberger falla.
QTH (título que refiere al punto exacto en el que se encuentra alguien, dentro de la terminología militar) relata el trato que reciben dos marineros en el Canal de Beagle, espacio al que llegan las noticias sobre la inminente guerra, primero, y los terribles resultados, después. El sub-oficial es un ser perverso, que los insulta y los somete a prácticas físicas deleznables. Lo interpreta Oski Guzmán, un gran actor de teatro que encierra la paradoja de darle matices cómicos a un personaje bajísimo. Esa dualidad poco hace por el relato; se acerca peligrosamente al terreno de la simpatía. Y no es que no se pueda darle matices humorísticos a un personaje de esta naturaleza (sino, recordar al personaje de Christoph Waltz en Bastardos sin Gloria); el asunto es que haya una línea de coherencia entre lo que se quiere denunciar y la forma en la que se elige hacerlo. Más aún cuando este sub-oficial lleva sus conductas al extremo, y es el encargado de trasladar hasta allí lo peor de lo que se decía en aquel momento; “estamos ganando”, “esto el país se los va a agradecer”, etc. Y si se busca generar una “identificación ambigua”, debería darse a partir de una trama argumental más sólida y abierta a múltiples interpretaciones. Eso aquí no existe.
A esos problemas de índole ideológica, si se quiere, se le agrega la torpeza con la que QTH está narrada; no hay una temporalidad interna bien definida, los fundidos a negro le quitan fluidez al relato, la música es altisonante y poco estimulante en términos creativos. Apenas hay algo interesante en el vínculo de camaradería que entablan los dos marineros; uno de Capital y universitario; el otro de Tucumán y marcadamente más humilde; un vínculo ya muy explorado y con mejores resultados.
Insistimos: profundizar en la cuestión de Malvinas es necesario. Pero cómo hacerlo no es un problema menor.