Esta no es la guerra de la que nos hablaron.
Cuando nos hablan de películas bélicas probablemente pensemos en grandes despliegues, grandes escenarios, y un elenco numeroso interactuando en medio de ese conflicto que involucra naciones.
Ninguno de estos tres conceptos los vamos a encontrar en QTH, segundo film nacional en el año en tratar la Guerra de Malvinas.
Con algunos arreglos, QTH podría ser tranquilamente una obra de teatro. Cuatro personajes, soldados, un espacio acotado, y un clima más bien intimista; y sin embargo habla abiertamente de la guerra, de nuestra guerra.
Basada en una serie de comunicaciones reales producidas durante ese período, QTH se ubica dentro de un destacamento en el Canal del Beagle a inicios de la Guerra, cuando se creía que no habría respuesta por parte del Reino Unido a la intervención militar que el ejército argentino realizó sobre la tierra de las islas.
Dos soldados marinos novatos en el Servicio Militar, uno porteño y otro tucumano, se encuentran bajo el mando de un Suboficial. La relación es tensa y con principios déspotas, propia del rango de milicia. Están ahí, dicen, “por las dudas”, para defender la zona, porque desconfían de un contrataque. Pronto aparecerá un cuarto personaje, un Cabo.
Pero ese contrataque llega, y estos personajes quedarán aislados, sin una respuesta clara, y a la espera de una ayuda desde la base central. Las relaciones se irán resquebrajando y aflorarán personalidades diferentes.
La filmografía de Tossenberger:
Tossenberger tiene antecedentes en su cine de tomar hechos y causas reales y construir alrededor de ello un contexto de ficción. Lo hizo con la caza de ballenas en Gigante de Valdés, la situación habitacional de los internos del Hospital Borda en Desbordar, y lo vuelve a hacer acá.
De alguna forma, sus películas pesan más como testimonios que como producto fílmico; y aquí radica el problema. QTH desnuda otra cara de la locura tiránica de la junta militar que nos gobernó hasta octubre de 1983, traslada esa sensación de desamparo y desesperación sufrida por este minúsculo grupo de personajes perdidos en un lugar solitario. Pero el desarrollo ficcional, a la hora de armar una historia alrededor de eso, presenta algunas fallas.
Un desnivel interpretativo:
El ritmo nunca termina de arrancar, el tono se estanca, y se siente un desnivel interpretativo.
No hay dudas de que Osqui Guzmán es un todoterreno interpretativo, un actor de base teatral, formado en el independiente, y al que vimos componer todo tipo de personajes. La forma en que le pone el cuerpo al Suboficial, los diferentes matices con los que lo arropa serán lo mejor de la propuesta, más allá de alguna sobreactuación histriónica inevitable cuando deba demostrar su poder con sus súbditos.
Jorge Sesán (como el Cabo) no cuenta con el suficiente tiempo en pantalla para desplegarse, pero en sus intervenciones convence.
Gonzalo López Jatib y Juan Manuel Barrera, los dos soldados pertenecientes al Servicio Militar, son los que más sufren las consecuencias de estar donde no deberían estar. Claramente el peso protagónico recae en ellos. Ambos actores parecieran contar con pocos lineamientos para componer, y dan como resultado un peso poco convincente. Hay algunos detalles en el guión que no terminan de despegar o aclararse, y estos dos personajes quedan con poco espacio al que referirse.
Conclusión:
QTH es un film de buenas intenciones, con el no menor mérito de hablar de una guerra desde un lugar poco común. Se apoya en los escenarios naturales, y sabe hacer uso de recursos limitados. Sumado a la arrolladora interpretación de Osqui Gúzman, pudo ser un cuadro realmente prometedor. Lamentablemente no todos los elementos se encuentran al mimo nivel.