Esperando a los ingleses
Este drama muestra a cuatro soldados apostados en el estrecho de Magallanes durante la Guerra de Malvinas.
Sabido es que la Guerra de Malvinas no involucró sólo a los hombres que pelearon en las islas. También hubo muchos movilizados en el continente, que no llegaron a entrar en el combate directo pero cumplieron otras funciones. Ese es el escenario que Alex Tossenberger plantea en QTH: cuatro hombres apostados en el estrecho de Magallanes, a 500 kilómetros del conflicto, esperando que, cual Godot, aparezca el enemigo.
Esa convivencia forzada refleja la desigual relación que hubo entre los oficiales y los conscriptos, pero a escala reducida. Hay aquí un suboficial a cargo (Osqui Guzmán), un cabo que hace las veces de ayudante (Jorge Sesán), y dos colimbas, uno porteño (Juan Manuel Barrera) y el otro, tucumano (Gonzalo López Jatib). Su tarea es estar atentos al radar que detecta el paso de barcos por el estrecho; a cada nave deben pedirle su identificación y su posición geográfica o QTH, según el código de radiocomunicación.
Lo mejor de la película es su aspecto beckettiano, esa absurda incertidumbre de la espera. Ninguno sabe si los británicos finalmente se presentarán, pero mientras tanto se van preparando para su llegada. Esa serie de ejercicios que hacen por las dudas desnuda el sinsentido de la guerra. Son cuatro almas abandonadas en el fin del mundo, sin comunicaciones oficiales sobre el conflicto, respondiendo a órdenes invisibles, actuando lealmente a símbolos patrios que, en medio de un imponente paisaje y a la merced de fenómenos naturales, pierden todo significado.
También por el marco geográfico es que resulta más chocante el comportamiento despótico del suboficial. Pero, en este aspecto, QTH no aporta demasiado a lo que ya se sabe que ocurrió, con un guión que en algunos pasajes está escrito con el diario del lunes, y en otros se arrima peligrosamente al terreno de la caricatura.