Esperando al principito
Cuando detrás de un proyecto de cine argentino se procura exponer ciertas aristas sobre la Guerra de Malvinas, resulta inevitable caer en expectativas al tratarse de una temática poco visitada por el cine argentino. En primera instancia, son contados con los dedos de una mano los filmes que exploraron este conflicto bélico, donde se vieron reflejadas no sólo las miserias de la dictadura militar en su etapa de absoluta retirada, sino las vulnerabilidades de los soldados argentinos, la mayoría de ellos conscriptos sin ninguna preparación para entablar batalla con un enemigo altamente superior en lo que hace a armamentos, estrategias y resistencia física.
En ese sentido QTH, tercer opus de Alex Tossenberger (Guardianes de Valdés) es un film interesante porque toma el tópico Malvinas desde un fuera de campo y se sumerge en ese período de incertidumbre que generaba el inminente desembarco de tropas inglesas cuando el ejército argentino se instaló en las islas del atlántico sur para defender la soberanía, pero como parte de una trasnochada decisión de las juntas militares para permanecer en el poder y aquietar los ánimos sociales al esgrimir un discurso nacionalista con una causa que parecía común en momentos donde la división social se encontraba en su estado de mayor eclosión.
El enfoque minimalista se conjuga también con una composición casi teatral, dado que la película -a pesar de mostrar paisajes y exteriores- no presenta enormes despliegues visuales y mucho menos de producción. Solamente cuatro personajes cargan sobre sus espaldas con esta historia, situada a quinientos kilómetros de las islas y en una base militar del canal del Beagle. Allí, se encuentra un suboficial interpetado de manera eficaz por Osqui Guzmán, un Cabo (Jorge Sesán) y los conscriptos Pablo (Juan Manuel Barrera) y Ramón (Gastón López Jatib), quienes tienen entre sus tareas el patrullaje del tráfico de buques en la zona. Las noticias que llegan por radio no son alentadoras y connotan la amenaza de un conflicto a escala mayor, motivo suficiente para que las tensiones crezcan, así como los abusos de poder del suboficial hacia sus subordinados.
Entre la espera, la desesperación, la falta de instrucciones por parte de un comando superior y la escacez de suministros, los inexpertos soldados deben enfrentarse a los enemigos internos, los miedos, mientras a quinientos kilómetros jóvenes argentinos provenientes de los cuatro puntos cardinales y con la misma jerarquía enfrentan sus peores horas en suelo malvinense.
Es cierto que los desniveles actorales juegan en contra del film, y quienes no se logran adaptar a sus personajes y circunstancias son precisamente los propios protagonistas conscriptos. También algunos diálogos resultan forzados ante la naturalidad de Osqui Guzmán o Jorge Sesán. Sin embargo, QTH logra ascender un peldaño como propuesta integral y se inscribe dentro del selecto grupo que se tomó el tema de Malvinas desde un espacio menos panfletario y mucho más humano.