Al maestro con cariño
Scola y Fellini fueron amigos, compañeros de ruta y figuras clave del cine italiano (más el segundo que el primero, claro). A los 83 años, Ettore concretó un homenaje a Federico en el que se combinan elementos ficcionales y documentales. Entre recreaciones, dramatizaciones (no demasiado inspiradas), un uso aislado de materiales documentales y pasajes editados de clásicos del viejo maestro, el resultado es un patchwork, un collage bastante irregular, que probablemente convenza y hasta emocione a los fanáticos acérrimos tanto de quien homenajea como del que es homenajeado, pero que también puede irritar a ciertos cinéfilos no tan afines a este tipo de apuestas (me hizo recordar por momentos al artificio de los tributos musicales de Carlos Saura).
El film alcanza cierta intensidad emotiva cuando el realizador de Nos habíamos amado tanto, Feos, sucios y malos y Un día muy particular sale de lo obvio, cuando se involucra más personalmente y también eleva el interés cuando incluye rarezas (imágenes de detrás de cámara de La dolce vita, pruebas de actores para Casanova), pero cae en reiteradas ocasiones en la exaltación previsible del universo fellinesco (sus mujeres, lo circense, etc.) con algunas decisiones artísticas por lo menos discutibles (o directamente cuestionables).
Scola regresa a Cinecittà, la fábrica de sueños de Fellini, y recupera algunos momentos esenciales de su carrera y de la historia del cine italiano (como cuando ganó el Oscar al mejor film extranjero por La strada), pero también dedica demasiados minutos a escenas de ficción poco trascendentes (que narran sobre todo los comienzos de su carrera, desde que en 1939 viajó de Rimini a Roma para cumplir con el sueño del pibe de convertirse en historietista en un semanario de humor político satírico en pleno auge del fascismo) y machacados por un narrador que le habla a cámara en un recurso ya demasiado transitado y poco eficaz.
Qué extraño llamarse Federico -estrenado 20 años después de la muerte del creador de Los inútiles y Amarcord- deja por momentos la sensación de ser un tributo algo cansino y hasta demodé, pero seguramente encontrará no pocos adeptos entre los seguidores incondicionales de Scola y Fellini. A ellos, en definitiva, está destinado y dedicado este extraño y por momentos emotivo film.