La mítica frase que “El Mono” Gatica le expresó a Juan Domingo Perón durante su encuentro, esta semana volvió a cobrar importancia tras ser repetida por Diego Maradona en su reunión con el Papa Francisco I.
Pero también debería cobrar relevancia para poder referirse a este documental que llega esta semana a cartelera, y representa un verdadero lujo; un maestro cineasta hablando de otro maestro cineasta.
Ambos provenientes de una filmografía que hoy día pareciera en decadencia como la italiana, otrora creadora de grandes obras maestras; claro, muchas provenientes de estos dos personajes, hablamos de Ettore Scola y su homenaje a Federico Fellini.
Sin embargo, "Qué extraño llamarse Federico" traspasa la barrera de estos dos grandes, no es solamente un ejercicio del director de "Feos, sucios, y malos" hablando de la obra del director de "La Dolce Vita"; es un trabajo con cariño, de un amigo al otro, que lo recuerda, que extraña; y en definitiva, estando estas dos monstruos, es un canto de amor al cine.
Mezcla de recursos, "Que extraño…" no es un documental lineal, hay ficción, hay archivo, hay narración (a cargo de Vittorio Viviani), y hay testimonio; pero sobre todo, hay pasión. Scola irá desde la juventud de Federico, irá contando su vida, se mostrará a sí mismo en distintas etapas de la vida e irá avanzando hasta el legado póstumo de su amigo.
Veremos cómo llegó casi de la nada a adueñarse de una redacción, nos adentraremos en los pormenores del mundo de los medios de comunicación de ese entonces, un mundo tan distinto al actual; porque también hay añoranza de un tiempo que parece fue mejor. Podemos observar los fragmentos más recordados de sus grandes obras, y analizados por la visión de un íntimo.
"Que extraño llamarse Federico" se pretende como un film completo, abarcador de varios aspectos. En el plano de ficción (realidad ficcionalizada en verdad), Tommaso Lazotti y Maurizio De Santis componen a Federico en distintas etapas de su vida, y también a aparecerán otras representaciones míticas, además de la mencionada de Scola por Giulio Davanzati y Giacomo Lazotti, como la Marcello Mastroiani por Ernesto D’Argenio.
El mejor plan para adentrarse en este film es despojarse de lo preconceptos que uno pueda tener sobre un documental y dejarse llevar por un viaje hacia el interior del amor al cine; tratar de entender cómo se crearon esas obras inigualables, de dónde salieron, sus orígenes.
Lo dicho, hace algunos años, Italia carece de una filmografía recordada como la que tuvo hasta hace veinte o treinta años; pero la aparición de títulos como este, aunque sea un docudrama que pareciera pequeño y que necesita de cierto conocimiento previo, nos hacen creer que aquellos, los clásicos, aún tienen cuerda como para reflotar lo que cree perdido.