Por amor al cine
Solo Ettore Scola podía lograr un espectáculo tan entrañable y nostálgico, de una belleza única, como la que despliega en Que extraño llamarse Federico (Che Strano Chiamarsi Federico, 2013), su homenaje a un gran amigo personal y a la figura más importante del cine italiano, Federico Fellini.
Desde la primera escena, en la que podemos una vez más entrar a los míticos estudios de Cinecittá (donde se rodó todo el docudrama), en los que Fellini desplegó su magia y particularidad, podemos comprender la capacidad de Scola para emocionar con una simple escena en la que, durante un ocaso deslumbrante, miles de personajes se pasean delante de los ojos de un cansino espectador, Federico.
Eligiendo la inclusión de un narrador presente, con mirada a cámara, cómplice, para reflexionar e introducir las acciones, el repaso por los primeros años de un joven Fellini (Tommaso Lazotti), ávido de reconocimiento y de la posibilidad de desarrollar su carrera, Scola se detiene en ese momento para situar en tiempo y espacio.
La redacción de Marc Aurelio (semanario de humor político satírico), un espacio de trabajo compartido por ambos, en el que el desarrollo de sus incipientes carreras como humoristas, guionistas, dibujantes y luego realizadores cinematográficos, dotan de una fuerza al relato basándose en el verosímil creado sobre esa tarea.
El blanco y negro, como así también la decisión de incluir imágenes de dibujos originales de Fellini y el resto de la redacción, van conformando un discurso en el que el seguimiento de los sueños y anhelos sobre el desarrollo de una carrera profesional son tema de análisis.
Desde la representación en imágenes de algunas secciones, como también el progreso que atravesaron y que fue transformando a esos jóvenes del interior de la Italia profunda en grandes directores, Scola habla de un tiempo en el que llegar a los medios de comunicación y tener una carrera y el recibir oportunidades con una simple presentación de una carpeta de dibujos, era frecuente.
A través de imágenes de archivo, como así también a la inclusión de fragmentos de las mejores películas, Que extraño llamarse Federico llegará hasta el momento de los homenajes a Fellini posteriores a su muerte. El film se inscribe dentro de una línea que recupera la nostalgia como vector de la acción, pero que además impregna con un aura de amor, amor de amigo, amor de admiración por la tarea del otro, como muy pocas veces se ha logrado en la pantalla.
Lo extraño de llamarse Federico es para Scola la oportunidad de homenajear al mayor exponente del cine italiano, además narrando sucesos claves de la historia del país, una historia marcada por procesos autoritarios que sesgaron la expresividad fílmica con una censura feroz.
Que extraño llamarse Federico es un homenaje a Fellini como autor y como amigo, pero además es una oda al cine, a su mundo y a su importancia en la vida de las personas, y también sobre su presencia eterna dentro de los espectadores, más allá de la muerte física de los realizadores, realzando la capacidad para producir un relato que atrapa lo inasible de un gran creador.