El irreverente Michael Moore va perdiendo chispa y pólvora
Simplista, tendencioso, a veces ocurrente y casi siempre oportunista, el cine de Michael Moore ha ido perdiendo fuerza y originalidad. Nunca fue un documentalista ortodoxo. Pero ese afán provocador fue su contraseña más festejada y valorables. Todavía impacta su estilo, que de alguna manera copia su silueta, desaliñada, irreverente. Su cine al final es como su dueño: pide ser aceptado más allá de su aspecto descuidado.
Este nuevo trabajo no logra despertar las amargas sonrisas de antes, pero acredita apuntes interesantes y obtiene algunas perlas de este tour progre por Europa. Entre chistes y comparaciones, invita a pensar, aunque su desordenado recorrido suena auto indulgente, arbitrario y reduccionista. Su punto de partida es ingenioso: como Estados Unidos viene fracasando con sus invasiones guerreras, Michael convoca a la cúpula del ejército y presenta su plan: dejar de guerrear en países remotos y decidirse a invadir Europa. Olvidarse del petróleo y apropiarse del estado de bienestar del viejo continente. Su periplo concluirá admitiendo que Estados Unidos debe aprender mucho de Europa, aunque advirtiendo que esas buenas ideas habían sido concebidas allá, en América. Una manera agasajar a los dos lados a través de un viaje que primero entusiasma, que después suena poco verosímil y que al final se vuelve reiterativo.
El film de Moore es antojadizo pero él avisa: va a Italia a encontrar “las flores no las malezas”. Y con esa mirada complaciente va de Francia a Finlandia, de Islandia a Portugal, de Alemania a Túnez. Moore aprovecha los puntos positivos de cada país y los compara con Estados Unidos. Y allí baja líneas sobre la violencia, el racismo, la esclavitud, pero sobre todo lo pinta como un país lleno de excesos, encerrado en sí mismo, que ha ido dejando a un lado sus ideales.
Cansa un poco, se repite su enfoque y se olvida de dudar e investigar. Pero bueno, da que pensar, tiene sus hallazgos y muestra al menos que además de lo que dicen las malas noticias de todos los días, en muchos rincones de este mundo tan poco hospitalario hay gente que apuesta a un mañana mejor.