Tomando como punto de partida el ignorar qué rayos están haciendo en Estados Unidos en diferentes aspectos estratégicos, el realizador con la gorra pegada, Michael Moore, comienza un recorrido por distintos países para ver de qué forma se los puede invadir. Siempre haciendo uso de una irreverencia forzada, el término poco feliz de invasión, le sirve al director para ir a cada uno de sus destinos con el propósito de llevarse de ellos lo que sirva para la cultura y un mejor desarrollo de Norteamérica.
Italia es su primer destino. De ellos aprende la necesidad de otorgar ocho semanas de vacaciones pagas, para un mayor rendimiento de los trabajadores. De Francia toma la dieta nutritiva de las cafeterías escolares -con quesos de todo tipo, claro- y donde el almuerzo de una hora es una clase más donde los niños aprenden sobre una alimentación balanceada que les servirá para toda su vida. De Finlandia observa otros aspectos de la educación donde hay una menor cantidad de horas de clase y más de dispersión, pero donde lo importante es enseñar a ser felices y el respeto por el otro.