UNA PELÍCULA DE WOODY ALLEN
Suelen ser muy molestas las obras que son sólo una excusa de su creador para expresar una posición o teoría propia, así como las que son excesivamente autorreferenciales y narcisistas. Suele ser muy propio de Woody Allen todo esto. Pero suele importarnos absolutamente nada cuando vemos sus filmes.
Así como en Crímenes y pecados (1989) Allen nos explica el dinamismo del mundo y en Match Point (2005) el del amor en el mundo, en Que la cosa funcione (2009) el director y guionista esboza una teoría sobre el sentido de la vida: lo que sea que funcione, concepto al que el título de la película se acerca con precisión, a diferencia de su traducción al español, como casi siempre.
Larry David -co-guionista de Seinfeld que ya trabajó con Woody Allen en Días de radio (1987) y en Historias de Nueva York (1989)- encarna a Boris Yellnikoff: científico, viejo, inteligente, feo, suicida, misántropo, malhumorado, racionalista, judío, paranoico, hipocondríaco, obsesivo. Conoce a Melody (Evan Rachel Wood): linda, inocente, joven, católica con excepciones; llena de los lugares comunes, estupideces y trivialidades que Boris más detesta. Por supuesto que, por el atractivo del intelecto y la belleza respectivamente, desarrollan un vínculo parecido al amor y allí empiezan los enredos; enmarcados con excelentes actuaciones, planteos, humor e “intersecciones” entre la realidad y la ficción -como sucedía en La rosa púrpura de El Cairo (1985)- esta vez con el protagonista hablando a los espectadores en lo que, para sus compañeros en la ficción, es sólo otro brote de delirio más.
Las casualidades y vericuetos del destino en Que la cosa funcione resultan similares a los de las novelas de Paul Auster; la visión del mundo de Boris, ácida y agresiva, se parece a la de Violencia Rivas o La Tana Ferro; el diálogo del protagonista con el público hace recordar a lo que hacía Alberto Olmedo, o Rodolfo Ranni en La Nena (aunque el director norteamericano sí lo hizo bien, con un sentido y calidad dignos, ironía y eficiencia humorística); pero a lo que más se parece la película de Woody Allen es a él: El guión fue realizado en los años 70’ y en algunos países pudo verse el filme en 2009 pero -aún para los que lo vemos hoy- resulta actual, agudo y profundo. Tiene una historia simple con planteos complejos. No aparenta pretensiones pero aborda el existencialista “para qué” de la vida humana. Relativiza en ambos extremos la eterna contraposición entre el amor y la religión con la razón y la ciencia. Nos dice que el fin justifica los medios. Nos muestra a Nueva York una vez más. Nos ofrece monólogos amarguísimos pero certeros. Nos habla de los sentimientos, la religión, los clichés, la estupidez humana, la infelicidad de los inteligentes y la felicidad de los “simples”. Nos concede un vago pero claro y agradable dejo de optimismo y emoción.