Que alegría volver al clásico Woody Allen, el judío amante de Manhattan, ácido como nunca, con chistes bien pensados que son simples y efectivos. Abandono el viejo continente y volvió a Nueva York de la mano de Larry David, uno de los creadores de Seinfield, quien tiene el papel protagónico y lo sabe llevar como lo ha hecho el propio Allen años atrás.
Whatever Works es el título original de esta comedia que trata la vida de Boris Yellnikoff; un genio en mecánica cuántica que casi fue nominado al premio Nobel, el mismo se describe como malhumorado, prejuicioso, escéptico e hipocondriaco entre tantas otras cosas. Un día por casualidad se topa con Melody, una jovencita sureña que huyo de su casa en Eden porque no estaba de acuerdo con la forma de vida familiar. Boris decide hospedar a Melody hasta que ella consiga trabajo y pueda costearse un alquiler.
Era necesario este viejo nuevo Woody Allen después de tanta comedia romántica de enredo y asesinato que vimos; era completamente indispensable para sus seguidores volver a escuchar esos diálogos brillantes e inteligentes, esos gags que terminan siendo frases de cabecera.
Larry David es sin duda el mejor cómico que puede tomar la posta que dejo Allen al no protagonizar esta película; David es el nuevo Allen, y encarna ese papel maravillosamente. Boris Yellnikoff nos hace reír con teorías ilógicas, bastardeando a toda mente inferior que ose molestarlo.
La película tiene una particularidad que la hace increíble, el protagonista está convencido de que lo están filmando y le habla a los espectadores, le cuenta su vida, su pasado y hasta saca conclusiones con nosotros e incluso nos juzga. Esta pequeña genialidad hace que uno se encariñe con Boris, con sus defectos y con su gran inteligencia y rapidez mental. Bravo por Woody Allen, su cine volvió con la frescura que conocimos en Manhattan y Annie Hall, sin duda la mejor película dirigida y escrita por el de los últimos diez años.