Un físico brillante y misántropo –Larry David– abandona su vida y se dedica a una nueva pareja con una chica más bien inocente (más bien tonta) que pronto lo sobrepasa. La chica viene con madre adosada –que también, originaria del sur profundo estadounidense y obnubilada por las luces neoyorquinas–, cambia radicalmente. Mientras, la banda de sonido se puebla de sarcasmos que encubren (muy apenas) una personalidad melancólica y romántica. Bienvenidos al último film de Woody Allen. Que no es de los malos pero, definitivamente ya no es de los buenos. Algo ha sucedido en la última década y media con Mr. Woody: más allá de que a mucha gente le gusta “Match point” (film que, comparado con “Crímenes y pecados”, parece su versión “for dummies”), ha perdido el filo o –quizás esta sea la razón más precisa– no ha podido profundizar más en los temas que le han preocupado siempre. Si “Que la cosa funcione” es relativamente mejor que otras de sus últimas realizaciones, tiene que ver con que se trata de un viejo guión de la época de “Manhattan” y del trabajo de David, cocreador de Seinfeld y discípulo de Allen, con la suficiente inteligencia para interpretarlo (en todo el sentido del término: casi es un doble de los viejos personajes del actor/director) y poner el acento humorístico donde corresponde. El resto de los actores logra darle autenticidad al asunto.