Híbrido que pudo ser un buen thriller
Las primeras imágenes de «Que lo pague la noche», especialmente durante la secuencia de créditos, muestran de manera fascinante, con mucho clima y excelente música, el decorado donde va a transcurrir el resto de la acción: los monoblocks de Lugano 1 y 2. Esas imágenes podrían pertenecer a algún film de ciencia ficción, ya que los edificios no parecen de este mundo. Sin embargo lo son. Lástima que el resto del film es bastante pedestre, y de ese clima semifantástico del comienzo, enseguida el guión cae en una fiesta de bodas más bien típica con un asadito en medio de una plaza del complejo.
Para ser un thriller, «Que lo pague la noche» carece casi totalmente de suspenso. Hay un complot que tiene que ver con un negociado del que podrían ser víctimas los vecinos del lugar, pero tampoco hay escenas propias de un policial negro, ni mucho menos acción. El hecho de que la historia esté ambientada en los días previos a la caída de De la Rúa proporciona cierto interés, pero por otro lado convierte lo que parecía ser un policial en el más o menos típico film testimonial argentino, restándole originalidad. En general, los rubros técnicos son correctos, igual que el elenco, aunque las largas escenas casi sin diálogos no permiten mucho lucimiento por parte de los actores.