Confesiones de una muerte con recuerdos
La ópera prima de Néstor Mazzini, que se estrena diez años después de su filmación, es un thriller psicológico sobre los borrosos recuerdos que tiene un hombre acerca de su propia muerte. Que lo pague la noche (2011) es un relato onírico del que, como de una cebolla, se desprenden capas con las diferentes conjeturas que tiene un hombre sobre la muerte que lo sorprendió en plena fiesta de casamiento.
Lugano 1 y 2 de 2001. Esteche es uno de los hombres más fuertes de un barrio poblado por monoblocks. Es el día de su boda y en medio de la fiesta cae muerto súbitamente. Su esposa y dos hombres dicen llevarlo a un hospital. Pero, ¿cuál es la verdad sobre la repentina muerte de Esteche? Una verdad que el propio muerto deberá descubrir.
Con una impronta neorralista el realizador trabaja la historia con actores desconocidos y en muchos casos vecinos del barrio. Esto hace que por momentos uno se sienta frente a un documental más que a una ficción, o en mayor medida provoque una ruptura de límites y se juegue con cierta ambigüedad que hace que no se sepa bien si se está frente a hechos reales o ficcionados.
Que lo pague la noche presenta una estructura en donde se prioriza a los personajes y esto queda de manifiesto en los planos anteriores a la secuencia de títulos que servirá como presentación de cada uno y una pista esencial para saber a quién seguir dentro del conflicto, y así poder entender la historia. Aunque esta puede variar según el punto de vista y la propia lectura que cada uno haga de la misma. La no linealidad y la intercalación temporal y espacial son otros dos elementos que no se deben descuidar para así poder resolver el nudo de la trama.
Visualmente hay que destacar la secuencia de títulos con reminiscencias expresionistas – y una de las más maravillosas que haya dado el cine argentino- que se opone en cierta medida a la “suciedad neorralista” que se utiliza en el resto del film para darle un registro más documental. Este contrapunto visual es otra pista para leer el relato y sin duda tiene que ver con el onirismo que lo envuelve. Si la presentación está hecha desde la irrealidad todo lo que viene después será parte de un mundo ficticio aunque visualmente se nos muestre como real.
Que lo pague la noche tardó diez años en llegar a los cines pero no por eso es una película vieja. Sin duda la distancia que se tiene hoy de los conflictos sociales de 2001 hace que las lecturas sean otras. Mucho más cinematográficas y mucho menos sociales. Mazzini logra un film “lyncheano” poblado de seres anónimos y realidades paralelas que pueden parecer lejanas aunque cada día sean más cercanas.