Sigue sin pasar nada
Todo un desafío el que tomó el director Todd Phillips al intentar remontar una saga que viene de una pésima segunda entrega. Si aquel filme apostaba a repetir y exacerbar la fórmula de la primera película, esta vez cambia el eje, baja el tono y -hay que decirlo- deja en el camino aquello que le hizo conquistar tantos fans.
En esta ocasión la propuesta está muy lejos del disparate zafado que presentaban las entregas anteriores. En lugar de excesos y disloque, hay más acción y una trama mafiosa, otra vez con Las Vegas como fondo. El guión está centrado en el personaje de Mr. Chow, quien acaba siendo el hilo conductor de la trama y responsable de mucho de lo sucedido en la saga. Si algunos pasajes causan más o menos gracia dependerá, por ejemplo, de la tolerancia que se le tenga a Zach Galifianakis, comediante al que se lo toma o deja, sin grises.
Luego de un brutal suceso, la familia de Alan decide internarlo y para ello buscan la complicidad de sus amigos. Así se reúne nuevamente el "wolf pack" que por tantas desventuras pasó y que ahora cae en manos del mafioso Marshall, encarnado por el gran John Goodman, quien desea recuperar algo que Chow le quitó. El conflicto se presenta cuando los muchachos deben ir en busca del chino mientras Marshall mantiene a Doug como rehén.
El guión es de lo más flojo de la serie, los personajes estás desdibujados a la sombra de Ken Jeong, quien sí le saca partido a su inescrupuloso, sucio y delirante Mr. Chow. Los gags se notan forzados, todo parece a la deriva y francamente daría lo mismo si los intérpretes son otros. Los que vayan por el descontrol ofrecido en los filmes anteriores van a tener que esperar hasta después de los títulos para ver un poco de lo que querían. Pero será tarde.