La tercera es la vencida
La última entrega de la saga es la menos efectiva de la trilogía. Aunque llega despojada del famoso interrogante que plantea el título, logra algunos momentos graciosos.
Lo que ocurrió con la saga de comedias de Qué pasó ayer? es quizá lo más recurrente cuando se desarrolla una idea y se le exprime casi todo en el punto de partida: en las sucesivas paradas el vehículo empieza a perder aceite. La primera de las películas provocó un fenómeno en boleterías y, a decir verdad, lograba cumplir con el principal cometido del género que es el de hacer reír al espectador, o por lo menos sacarle una sonrisa. El gancho estaba precisamente en el interrogante que se planteaba desde el título: después de la resaca más tremenda de la historia un grupo de personajes varados en Las Vegas no tiene la menor idea de lo que vivieron en las horas previas. Y mientras van desenmarañando la nebulosa, los guionistas metieron algunos gags ocurrentes, acertaron con algunas incorporaciones (Mike Tyson, por ejemplo) y el loquito que interpreta Zach Galifianakis resultaba entrador.
En la segunda se replicó el esquema, aunque se trasladaron hasta Asia, y fue más de lo mismo pero en un país como Tailandia que en lo que a placeres respecta el descontrol siempre está a la orden del día. Agotado el golpe de efecto, en esta tercera parte que se estrenó el jueves en las salas cordobesas el título ya no es lo que interesa. Y a producto visto, parece que el interés estaba en sacarle algunos dólares más de rédito aprovechando que varios de los actores están en la cresta de la ola.
Adiós a Las Vegas. Aquí no hay resaca, no hay celebraciones que den para la borrachera. Es más, pasó el tiempo y los muchachos encarrilaron sus vidas. ¿Cuál es la excusa entonces para que el grupete regrese a la ciudad del juego y el placer? El desopilante Chow tiene un botín que el malo interpretado por John Goodman quiere de vuelta, y para asegurarse de eso secuestra a Doug (como siempre, papel a cargo de Justin Bartha). Entonces el trío conformado por Alan, Stu y Phil son los que deben buscar a Chow para recuperar a su amigo. Y el lugar donde sucederá todo por supuesto que será Las Vegas, la urbe desenfrenada bañada de neón donde nació esta maratón de humor negro y escatológico.
Es llamativa la merma, con respecto a las anteriores cintas, en lo que se refiere a la secuencia de chistes, escenas y situaciones que provocan carcajadas espontáneas. Este desequilibrio se nota más si se tienen en cuenta (atentos quienes vayan al cine) los minutos iniciales y la parte final. Es allí donde se encuentra lo más jugoso, con una pobre jirafa que cobra protagonismo por la idiotez de Alan (los avances ya mostraron lo que le pasa al bicho) y el delirio que se desata cuando arrancan los créditos. Esas dos situaciones quizá valgan la entrada para los que busquen pasar un rato divertido viendo la ¿despedida? de estos tipos a los que les pasa de todo.
Al espectador no le conviene entrar a la sala con la expectativa de ver una continuación de las dos anteriores películas. Esto es una comedia aparte, protagonizada por el mismo grupo de personajes, en un contexto geográfico similar, pero sin el dolor de cabeza posterior a una noche de juerga y sustancias peligrosas.