No fue menor la presión del director Todd Phillips al tener que realizar una tercera película de la saga ¿Qué Pasó Ayer?. No fue menor porque ya en la segunda fue difícil, y el resultado de esa segunda parte, si bien satisfactorio para mi, se agota rápidamente y no deja mucho margen para seguir explotando la fórmula. Entonces la segunda se convierte en una reversión de la primera, que utiliza el mismo esquema pero en nuevas circunstancias, tratando siempre de ir un poco más allá para no ahogarse en la mera repetición. En esta tercera parte, con el recurso de la repetición agotado, el desafío era realizar algo nuevo, y el resultado es algo confuso.
Por un lado necesita mantener la referencia al episodio de la primera película, lo que es entendible. El problema es que para no repetir situaciones cae en la referencia directa, con citas textuales en diálogos forzados e incluso citas visuales en más de una oportunidad. Esta parece ser la manera más fácil y desprolija de conectar los hechos. La sobreexplicación, en boca de un desaprovechado John Goodman interpretando al mafioso Marshall, de las razones por las cuales esta película se conecta con la primera es de un grotesco argumental desconcertante.
Por otro lado eligieron transformar algunas cosas para no volver a repetirse. El tono general se oscureció. Lo que era festividad anárquica en las dos primeras partes se convirtió en una comedia con peligro real de fondo. Hace su aparición la muerte como una posibilidad. En el inicio vemos una gran escena de un personaje muriendo en segundo plano, luego los asesinatos sin sangre nos van a posicionar en un lugar en el que no habíamos estado. En la película original la muerte no era una opción, el ataque de un tigre, un derechazo de Tyson, un choque a alta velocidad, eran gags humorísticos más que situaciones donde la vida se ponía en juego. Con la entrada en escena de la muerte el tono festivo cambia y transforma ese sinsentido alegre en algo más real y palpable. Y ese tono que muta viene de la mano de un cambio importante en el disparador del argumento: ya no es una fiesta lo que lleva a Phil, Stu y Alan a hundirse en sus aventuras.
La idiotez de Alan (Zach Galifianakis) ya no es meramente humorística. La preocupación de su familia por su salud mental también nos baja a la realidad de los hechos. Sus frases infantiles pasan primero por la mirada intranquila de sus amigos y luego nos llegan a nosotros despojadas ya de esa irresponsabilidad de las primeas películas. Algo parecido pasa con un personaje que ganó mucha importancia desde la primera parte y que en esta tercera sufre una mutación que lo despoja de su gracia natural: me refiero a Mr. Chow, ese oriental poco dotado interpretado por Ken Jeong. Afeminado y de frases ácidas en la primera película, ahora es una suerte de agente secreto altamente peligroso que repite algunos chistes pasados pero que ya no surgen el mismo efecto.
Pareciera que ¿Qué Pasó Ayer? Parte III se conecta más con Todo un Parto (Due Date), también dirigida por Todd Phillips, que con las anteriores partes de la saga. Pero ese nuevo tono adoptado, que tan bien funcionó en la película protagonizada por Robert Downey Jr., no termina de cerrar en una saga cuyo valor dependía mucho de ese clima festivo e irresponsable de las primeras partes.
Luego de los títulos que siguen a un flojo final, la película se extiende unos segundos más en un nuevo final totalmente ajeno al resto de la película que intenta volver a lo conocido, aunque ya es demasiado tarde.