Una buena comedia y dos grandes actores
Llevan 31 años de casado y el fuego se ha apagado. Kay Y Arnold duermen en camas separadas, casi no hablan ni siquiera se pelean. Todo es repetido, distante, silencioso. Arnold es un tipo huraño, avinagrado, seco y protestón. Ella, en cambio, no se resiste a vivir así. ¿Se puede recuperar un matrimonio que entró en semejante declive?, pregunta. Y decide jugarse unas fichas a la esperanza. En Maine atiende un famoso terapeuta de pareja. Ella paga el viaje, Arnold se resiste, pero al final va, aunque descree no sólo de la terapia, también del profesional. Hasta duda si tiene sentido buscar lo que ya no existe. Ese es el punto de partida de esta buena comedia que habla del paso del tiempo, de los amores que se van quedando sin palabras, de los deseos, el tedio y las fantasías. La primera parte es impecable: con poco diálogo, con rostros y un par de detalles, David Frankel (elegante realizador de “El diablo viste a la moda) plantea el conflicto. Después, aparecen algunos lunares: está demasiado subrayado el carácter hosco de Arnold y muy desaprovechado Carell como el terapeuta, pero el film se sostiene más que nada en la manera clara y muy directa de abordar el conflicto y, sobre todo, en la faena de Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Ella con su mirada le da ilusión, ganas y desolación a una mujer que se niega a aceptar mansamente tanta quietud y tanto aburrimiento; y Lee Jones le pone dolor a ese rostro gastado que vive la vida como una repetida serie de sucesos anodinos. En la terapia aparecen reproches, se abre una ventanita para que se puedan mirar, riñen y se van reconociendo. Había brasitas humeantes. ¿Se podrá avivar el fuego? Una comedia divertida, interesante y sensible.