Si usted cree que la conjunción de Meryl Streep, Tommy Lee Jones y Steve Carell puede funcionar, tiene razón. Los dos primeros interpretan las mitades de un matrimonio de demasiados años, de esos donde lo aburrido disuelve lo feliz. El tercero, a un especialista en parejas y sexo en un pequeño pueblito al que el matrimonio peregrina. Se puede pensar que no habrá sorpresas en esta historia de “buscamos recuperar aquella chispa, etcétera” y, por cierto, prácticamente no las hay. Pero eso es, justamente, la gran virtud de la película: contarnos con gracia y precisión, sin forzar el guión para pegar volantazos indiscriminados e injustificados, un pedacito de vida real transformado en un cuento de hadas por obra y gracia de un realizador -el mismo de El diablo vestía a la moda y Marley y yo- que deja vivi a sus personajes y no se coloca nunca por delante del material. Por cierto, con semejantes actores (la complementación Jones-Streep es absolutamente notable: parecen hechos el uno para el otro) es lo menos que se puede hacer.