El amor en los tiempos maduros
La vida, la muerte, el amor, los hijos... Son los grandes temas sobre los cuales corren los relatos.
Habiendo poca --y vaya si suficiente-- fuente de inspiración, lo que cabe analizar son otros términos: cómo se desarrolla el cuento, si logra captar el interés del receptor, movilizar sus fibras y dejarlo con la sensación de saciedad y algunas preguntas sobre las cuales reflexionar, al fin y al cabo.
¿Qué voy a hacer con mi marido? cumple con los requerimientos sin ser una comedia grandilocuente. Se trata de una historia humana, simple, cotidiana, común a la gran mayoría de los matrimonios que han logrado pasar la barrera de la crianza de los hijos, el síndrome del nido vacío y las crisis de cada cambio de década.
La convivencia, la rutina y las demandas de llevar adelante una familia suelen fagocitar el romance, el deseo por el otro y la pasión que sentían esos jóvenes que alguna vez hicieron votos de "para toda la vida". Mientras la vida transcurre, las esperanzas se postergan para un tiempo mejor.
Pero ¿qué sucede cuando todos los compromisos se han cumplido, los jóvenes de antaño se ven frente a frente y encuentran que las arrugas y las canas ganaron, y que hoy conviven como compañeros de trabajo que duermen en una misma habitación?.
Esto es lo que les sucede a Kay y Arnold cuando están cumpliendo 31 años de casados. Y mientras Arnold parece marcar tarjeta, automatizado en cada rito cotidiano, Kay empieza a mostrar señales de descontento.
Segura de que ama a su marido, decide rescatar el matrimonio embarcándose y arrastrando a Arnold consigo hasta Hope Springs, un pequeño y encantador poblado de Maine, donde un famoso terapista de parejas parece hacer milagros, incluso en causas perdidas.
Lo interesante es que en esta experiencia que parece hecha a la medida para despabilar al adormecido Arnold, Kay también encontrará que tiene bastante por revisar y cambiar.
Sencilla, de guión sólido y bien narrado por un director que ya mostró aptitudes en El diablo viste a la moda, Marley y yo y Un gran año , esta nueva película cuenta con la clave de un casting de actores elegido con precisión.
Meryl Streep, Tommy Lee Jones --de los mejores actores en su tipo y en cualquier género--, decapan a sus personajes con tal maestría y sutileza que lleva al espectador a vivir --o, por qué no, revivir-- la experiencia movilizadora de una terapia, donde las preguntas llevan a nuevas preguntas y las respuestas que se creían ciertas comienzan a vacilar.
Steve Carrel los escolta en la composición de un sexólogo equilibrado y consciente de la esencia de su labor.
Sin ángeles ni demonios, sin carcajadas ni lagrimones, esta comedia luce por su calidez y delicadeza, incluso en las situaciones de incómoda intimidad que deben transitar los personajes.
Definitivamente para adultos, vale la pena de ser vista, ya sea que el eventual espectador se encuentre en o no en pareja. Y si se ve en pareja, mejor, porque después de ir cine, habrá motivación suficiente para un plan maduro, cualquiera sea, de a dos.