Honestidad brutal
La dupla compuesta por Gastón Duprat y Mariano Cohn ya había demostrado en sus anteriores trabajos que tiene ideas claras. En Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011) va aún más lejos, tirando toda la carne al asador y exponiendo su visión sobre el ser humano en general y el argentino en particular con un cinismo arrollador.
No es fácil decir de qué trata la historia por ser tan interesante como irrelevante en cuanto al discurso que plantea. Emilio Disi interpreta a “Ernestito”, un hombre sesentón que pasa sus días quejándose de las oportunidades que no tuvo o de aquellas en las que fracasó. Por eso se encuentra un buen día con el personaje de Eusebio Poncela, una suerte de Diablo que propone tratos a la gente, que le da la posibilidad de volver en el tiempo con la experiencia actual para tener nuevamente las oportunidades que dice haber desperdiciado.
Los realizadores toman un cuento de Alberto Laiseca, Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo, acorde a su visión desencantada de mundo para traspasar los límites planteados en sus películas anteriores. Si El artista (2008) daba un discurso ácido sobre el negocio del arte y El hombre de al lado (2009) mostraba la intolerancia entre vecinos, Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo habla de la mediocridad del hombre en general y del argentino en particular.
Un tipo que ni bien tiene todas las posibilidades a su alcance, lejos de redimirse –como sucedería en cualquier film norteamericano mainstream- las usa para sacar ventaja, mentir y estafar para conseguir dinero fácil y el ascenso al poder de un salto, bien a la criolla. Tanto el cuento como la película, esbozan desde este aspecto el famoso ¿Qué haría usted en esta situación? reformulando así un alegato sobre la idiosincrasia nacional.
Narrada oral y visualmente por el propio Laiseca, quien intercede en el relato para hacer notas al pie a cámara, la película por momentos es tan brutal en cuanto a lo que cuenta que podría tratarse de un oscuro y sombrío retrato sobre los argentinos. Pero lejos de ser un drama, el film adquiere un humor ácido y cínico, inclusive más punzante, sobre aquello que plantea. Siempre desde un cine narrativo y popular pero de calidad y con un discurso claro y conciso.
Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo es una grata apuesta de los directores por un cine que tenga cosas para decir (y decirnos) como sociedad. En un cine argentino que muchas veces se queda en la simple sutilidad para no ofender a nadie, Mariano Cohn y Gastón Duprat toman el toro por las astas y plantean más que nunca su visión, afianzando un estilo y tono para aplaudir de pie.